Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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E. Irazábal: HARI en torno a Bauleo


HARI en torno a Bauleo

Emilio Irazábal  

 

Es un relato de Hechos, Anécdotas, Reflexiones e Interpretaciones en torno a Armando Bauleo. Cuento cosas vividas con él. Algunas serán más objetivas y fáciles de compartir que otras. Es un relato personal, no sé si en demasía.


CONOCER AL MAESTRO

Fue hace 32 años. Estaba empezando a formarme con Nicolás Caparrós y su equipo. Un día, Nicolás lo trajo a una de sus clases. Mi primera impresión es que parecía más un leñador canadiense que un psiquiatra famoso y alternativo. Gran cuerpo, pantalón vaquero y camisa de franela a cuadros, me desorientaron un poco.
Se sentó a escucharnos. Se sonreía y mostraba su mirada y expresión agradable y seductora. Nos fuimos tranquilizando. En un momento dado, una compañera (la más  descarada) le dijo que parecía un camionero. Silencio brevísimo pero altamente expectante. Lo rompió él con carcajadas y risas. Con sus carcajadas y sus risas, ya que con el tiempo nos  dimos cuenta que era algo que le constituía y le singularizaba.

Enseguida empezamos a trabajar. Él y Hernán Kesselman eran nuestros terapeutas grupales, en una especie de actividad complementaria al programa de formación en psicoterapia que estábamos realizando con el equipo antes mencionado y que poco tiempo después pasó a llamarse Grupo Quipú.
Era una psicoterapia rara. Ellos dos se reían mucho, nos provocaban con su actitud y comentarios. Eran todo un espectáculo. Pensé que la profesión que había comenzado a aprender podía ser divertida.

Luego vino la separación entre ellos. Algun@s nos fuimos con Bauleo a continuar la formación.


APRENDIZAJE Y PROYECTO

El programa de formación comenzó con el tema de la Psicohigiene y se prolongó más allá de diez años. Estudiábamos  todo lo que parecía interesante y nos podía servir (incluso hubo alguna sesión dedicada a la arquitectura). Un encuadre sucedía a otro. Era difícil negarse a continuar. Sus propuestas nos enganchaban. Los vínculos se iban acentuando, pero no por eso Bauleo dejaba de interpretarnos y coordinarnos.

Las supervisiones eran momentos especiales. A veces tenía la impresión de que el material a supervisar le aburría, de que estaba a punto de dormirse. Pero de pronto sacaba de la chistera alguna pregunta, algún comentario, que nos hacía “despertar” a ambos, y el material también revivía. Estallidos creativos, característicos de lo que creo que tienen que ser las supervisiones de trabajos grupales.

Armando aprovechaba situaciones y coincidencias para presentarnos a algun@s de sus amig@s. De esta manera pudimos conocer y aprender de personas como Marie Langer, Basaglia, G. Jervis, R. Lourau, ...
Como viajaba mucho, siempre nos traía algún regalito (nuevos libros, nuevas discusiones, alguna “alcahuetería”, como le gustaba decir)

Simultáneamente, iba construyendo Su Proyecto, una especie de  gran regalo para todos nosotros. Me refiero al Centro Internacional de Investigación en Psicología Social y Grupal, más conocido por C.I.R.
Gracias a la existencia del Centro y sus Congresos, “nos llevó muchas veces de viaje”, nos iba presentando a su gran grupo, creando  una conexión muy activa entre Europa y América en torno al grupo operativo.

El  C.I.R. se constituyó como instrumento  necesario para desarrollar su propuesta de pensamiento teórico: El grupo operativo entendido no sólo como modelo de trabajo, como dispositivo grupal. Su pretensión era ambiciosa: crear una tendencia dentro del pensamiento grupal: se llamaría  Concepción Operativa de Grupo.
Le preocupaba “marcar territorio” y protegerlo. Recuerdo la frase que dijo cuando me invitó a participar en el C.I.R.: “para que no nos roben”.
 

LA MARCHA A ITALIA

Tanto la formación como el ingreso en el C.I.R. se desarrolló en una época muy tierna para mí. Sucedían muchas cosas difíciles de entender y asimilar. Armando se puso enfermo y se fue a operar a Suiza. Él no lo contó, pero debimos estar a punto de perderle. Volvió. Se le veía muy bien. Había dejado de fumar. Nunca fue  partidario de hablar de ello. Tampoco debía de vernos capaces de escuchar y poder compartir esa situación. Mis recuerdos  son algo confusos.

Luego vino su marcha a Italia. También los recuerdos son confusos. Fue algo repentino y radical. Toda una separación con tintes de abandono. En mi caso doble, ya que también perdía a mi primera psicoanalista, Marta de Brasi, que marchó con él.

Fue una etapa de desconcierto. Quisieron “dejarnos colocados”, nos derivaron a otros profesionales ( terapeutas y profesores). Pero en esa época, el lacanismo causaba furor en España. Resultaba difícil encontrar a un psicoanalista argentino en Madrid que hiciera gala de su formación kleiniana y que fuera “de por libre”.
Quisieron, Marta y Armando, dejarnos colocados. Pero nos dejaron descolocados.

Estudiamos psicoanálisis lacaniano sin desearlo especialmente. Nuestras aspiraciones estaban en otro lado. Pero Lacan decía cosas muy interesantes y Armando Ingala las explicaba muy bien ( al pasar los años nos enteramos que Pichon-Rivière y Lacan se conocieron y hubo una buena conexión entre ambos).

Armando volvió (en realidad, nunca pensó despedirse de su Madrid en el que se encontraba tan a gusto) y rápidamente reestructuró el grupo (los grupos). Cuando venía a Madrid trabajaba mucho pero siempre te hacía un hueco. Y en muchas ocasiones ese hueco precedía a una  cena (su comida diaria). Si coincidías y “pillabas” sitio, esas cenas eran momentos suculentos y divertidos. Todo un privilegio.

En una de esas cenas se fraguó las famosas Jornadas de La Praxis Grupal (Madrid, 1986). El restaurante era un asturiano del centro de Madrid. Creo que estábamos Armando, Adrián, Violeta, Federico y yo (que recuerde). Me presenté con un folleto de unas jornadas que organizaba Chaves sobre Los Grupos en Las Instituciones Públicas y, como se suele decir, Armando “entró al trapo”.
Fue un bonito trabajo el organizarlas (teníamos muchas reuniones pero siempre con cena), y salieron estupendas.
Más de 200 profesionales reunidos durante tres días en el Hotel Convención. Nos pusimos al día de las cosas que estábamos haciendo, desde los pequeños pinitos hasta las grandes hazañas (Medicina Comunitaria, Getafe). Sé que Armando siempre lo recordaba con mucho cariño.

La formación con él continuaba. Estudiábamos, trabajábamos,… Armando siempre insistía en las carencias, en las nuestras. Era muy ambicioso y exigente con nosotros. Pero creo que le parecía muy interesante todo lo que íbamos haciendo.


ALGO QUE PARECE MUY PERSONAL

A primeros de 1984, Armando me propone que vaya a Zaragoza. Le habían pedido formación y él no podía. Su invitación produjo en mí una especie de conmoción: estaba emocionado (por lo que entendía de la confianza que depositaba en mí), bastante asustado y también estaba intrigado (¿por qué yo?. No me consideraba el delfín ni el alumno predilecto, aunque si sentía mucho su afecto). Preferí no preguntar ya que seguro me caería encima alguna interpretación.

Armando era una “máquina de interpretar”, pero no resultaba dañino ni monotemático. Sus interpretaciones se dirigían principalmente a las situaciones más que a las personas. Era un virtuoso.

En abril de 1984, aterrizé en Zaragoza de la mano de Alberto Casamayor, psicólogo y promotor de la demanda. Hoy, 24 años después, todavía sigo yendo a Zaragoza a coordinar grupos. Toda una aventura en la que hemos aprendido y disfrutado mucha gente.
Quizás Zaragoza, después de Madrid, sea una de las ciudades de España donde el grupo operativo resulte menos desconocido.

Dos años después, aterrizé en Granada. Esta vez de la mano de dos psiquiatras con responsabilidades en la gestión y formación en la atención a la salud mental: Antonio Higueras y el Profesor José María López Sánchez, este último, profesional culto y activo donde los haya. Hoy, 22 años después, sigo yendo a Granada a trabajar.
Granada me dio la oportunidad de seguir conociendo a buenos profesionales. Las experiencias realizadas en “coterapia” con mi querido amigo Diego serán inolvidables.

Mi trabajo en estas dos ciudades  ha sido determinante en mi evolución profesional (y en mi vida personal y afectiva).

Al principio, enseñaba lo poco que sabía y  sobre todo lo que no sabía. Intentaba imitar o imaginar cómo lo haría Armando (durante bastante tiempo mantuve una especie de acento porteño; incluso los integrantes de los primeros grupos de Zaragoza creían que era argentino).
Actualmente sólo me dedico a enseñar lo que sé y a ejercitar lo que Armando me enseñó: aprender del grupo.

Durante los primeros años de estas experiencias, Armando me acompañó muy de cerca. Siempre que venía, supervisábamos (casi era como una condición que le pedí  para lanzarme a  esta aventura).

Su  apoyo era permanente. No me olvidaré la primera noche en Zaragoza: eran más de las doce, estaba desorientado y confuso. Me había entrevistado con mucha gente. Estaba al lado del hotel pero no lo veía. Llamé a Armando bastante agobiado. Me recomendó que fuera a la cafetería del hotel, que pidiera un sandwich caliente, una cerveza y a la cama.

Transcurridos 4-5 años decidí finalizar las supervisiones. Sentía la necesidad de caminar sólo. No podía ni quería llevar adelante sus propuestas. Yo no era Armando, no tenía su categoría, su experiencia, su capacidad de seducción, su cultura, su pensamiento. Y  desistí de intentarlo.

Fue una decisión muy importante para mí. Y no me arrepiento, aunque creo que a partir de ahí la relación con Armando se resintió. Nos seguimos queriendo mucho, nos mostrábamos el afecto, él seguía siendo mi maestro. Creo que esta decisión trajo otras cosas nuevas y difíciles. La rivalidad fue una de ellas. Rivalidad mía con él aunque alguna vez también la percibí en sentido inverso.
Aún así, uno de los consejos que Armando siempre me ha dado es que no dejara nunca esos viajes. Y sigo haciéndole caso. Y me va bien.

El mejor resultado de estos viajes es la especie de red que se ha ido constituyendo en torno a los grupos operativos entre estas tres ciudades. Me atrevería a decir entre tres Comunidades Autónomas, bien distintas entre ellas: Andalucía, Aragón y Madrid.

 
RÍMINI 1992. VI CONGRESO DEL C.I.R. Y FINAL DEL PROYECTO

Hacía “frío” en la tierra de Leonardo Montecchi, aunque fue muy buen anfitrión. El ambiente no era cálido. Había tensión.

El informe del Secretariado (Bauleo, Thomas y Elio) fue duro, muy duro. Hablaba de una especie de desimplicación y apatía en el gran grupo y de una depositación imposible de mantener por parte del Secretariado. El informe finalizaba con un listado de preguntas hacia el futuro. Merece la pena transcribir literalmente esa parte:
“… Hasta ahora hemos provocado ciertas modificaciones en las prácticas desarrolladas; a su vez utilizamos ya otras categorías para señalar ciertos fenómenos; pudimos comenzar a establecer otros procedimientos metodológicos; pero ¿cuáles serían los elementos teóricos de una verdadera ruptura y distancia que marcarían las diferencias de posición, pensamiento y método con aquellas expresiones? O sea: ¿cuál sería actualmente nuestra especificidad?
Estas interrogaciones abren ciertas cuestiones:
¿Con qué formas establecer una posibilidad de reflexión?
¿Cuáles circunstancias harían probable una ubicación deseable?
¿Cuáles maneras permitirían una pasión razonante?”.

Había tensión… y bronca. Por lo menos dentro del grupo español, que es lo que más viví. Recuerdo los enfrentamientos que tuve con Juan Carlos y con Adrián. ¿Por qué?: Imagino que por lo que suelen ser estas cosas: por afecto, por poder y por diferencias en el pensar y en los objetivos.
También entre los italianos debía haber sus más y sus menos.
El último día se propuso a votación la continuidad o disolución del C.I.R. Ganó, por poco, la decisión de continuar. Armando explicitó claramente su voto a favor de la disolución. Yo no daba crédito a lo que estaba pasando. Me acordé de Lacan cuando disolvió su Escuela y volvió a crear otra ¿será esto lo que quiere hacer Armando?.
Esto pensaba en aquel momento y aún hoy sigo sin tener claro el por qué de su actitud.
Aunque una mayoría exigua decidimos continuar, el C.I.R. se disolvió. ¿Por qué?. Quizás las reflexiones de Federico en su artículo en esta misma revista ayuden a responder a esta pregunta.

Pero podíamos haber seguido. No éramos tan pocos lo que eso queríamos. De hecho, 48 personas, de distintos países hicimos una especie de reinscripción (aunque no estaba claro a qué).
El viaje de vuelta a España fue serio y triste. Sabíamos que algo había acabado.


NUEVOS PROYECTOS

Vino todo un período de silencio y probablemente de duelo. El tiempo fue pasando. España (sobre todo Madrid, Zaragoza y Granada) siguió siendo un lugar muy activo en el desarrollo de los grupos operativos. Y llegaron los reagrupamientos.

Se constituyeron varios grupos y/o pertenencias: El Espacio de Estudio de la Grupalidad, con Bauleo, Alicia y Diana al frente y la Asociación de Psicoterapia Operativa Psicoanalítica (APOP), una organización más amplia y bastante entrelazada con la anterior.

En la “otra orilla” fuimos constituyendo un grupo en torno al proyecto de hacer una Revista. Y lo conseguimos. Área 3 sacó el nº 0 en marzo de 1994. El equipo de redacción lo componían: Antonio Tarí, Federico Suárez y yo mismo. Curioso y tozudo equipillo: después de 14 años de trabajar juntos, seguimos al frente de la Revista. Tenemos nuestras diferencias, pero sabemos discutirlas y negociarlas.

Armando quiso ser el primer suscriptor de la Revista. Aceptado. Toda una muestra de cariño.

Acompañando la Revista, creamos una Asociación: Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Institucionales y Psicosociales. Somos unas veinte personas. Nos caracteriza un doble interés o perfil: nuestra creencia en el grupo operativo y sus reales posibilidades de desarrollo y nuestro compromiso diario en las distintas instituciones públicas en las que trabajamos. Tenemos una página web, y todavía nos queda un cierto nivel de energía y brío para mantener vivo algo que pensamos que no debe morir ni desaparecer: nuestra forma de pensar el trabajo con grupos en las instituciones. Me gustaría poner todos los nombres de los que conformamos este grupo, pero resultaría algo cursi. Y además se pueden ver en el listado del Consejo de Dirección de la Revista. Pero si quiero mencionar a Teresa Yago. Aunque no está en el equipo de redacción, ha sido una de las fundadoras y dinamizadoras de todo el proyecto en su conjunto.

Y el tiempo siguió pasando. Con Armando me veía de vez en cuando. Podía ser porque daba una conferencia o presentaba un libro. En una ocasión  lo llevé a dar una conferencia al área sanitaria nº 4 de Madrid, en Atención Primaria. El tema era “La educación para la salud”. Éxito rotundo. Que yo recuerde, y llevo 21 años trabajando en esa área, nunca un conferenciante ha reunido tanto auditorio. Esta vez no hubo cena pero si una agradable comida donde me explayé contándole mi última batalla en esa época: la dura pelea con una empresa repleta de secuaces por la construcción de la casa donde quería vivir.
Era una pelea grupal (nosotros, los vecinos, contra ellos). Armando me escuchaba entusiasmado. Le contaba como intenté utilizar (al máximo) las mejores armas del grupo operativo: tarea, grupo y coordinación. Yo estaba contento al verle interesado por estas cosas que me tenían problematizado. También estaba agradecido porque hubiera dado la conferencia en ese espacio tan querido para mí.

Quizás, ahora recordando, puede que haya sido la última vez que hemos estado los dos solos, y tan a gusto. Debió de ser en el 2000.

Lo de la casa salió bien y pudimos disfrutar de una cena con Armando en ella.


CONGRESO DE 2006: “ACTUALIDAD DEL GRUPO OPERATIVO”

Y el tiempo siguió pasando. Sabía de Armando por Federico, que mantenía un vínculo fuerte y constante con él.

En la Asociación llevábamos tiempo con la idea de organizar unas Jornadas. Hasta que un día decidimos aprobar esa propuesta. También decidimos que Armando tenía que estar en la organización. Se lo propusimos. La idea le gustó y se presentó con sus compañeras con las que trabajaba en el Espacio de Estudio de la Grupalidad. Empezamos a colaborar conjuntamente. Fue muy agradable volver a organizar algo con Bauleo. Se le veía muy animado con el proyecto. Alicia y Diana comentaron, en una cena y con él delante, que el proyecto le había levantado el “tono”, que andaba un poco bajo últimamente.

El Congreso salió muy bien. No me extenderé en ello porque estoy seguro que la mayoría de vosotr@s estuvisteis.

Semanas después le envié una carta con mi ponencia y un pequeño video de momentos del Congreso.

Meses después recibí un mensaje suyo en el contestador del móvil. Decía que me volvería a llamar. De esto puede hacer un año.

En febrero o marzo de este año, cenando con Federico, me cuenta que Armando está enfermo. Que es secreto (¡malditos secretos!) y que no sabría cuando podría volver a Madrid a trabajar.

La siguiente noticia la recibí estando fuera de Madrid. Las llamadas de Yolanda, Loredana y Federico decían lo mismo: que Armando había muerto.

A  los pocos días de la muerte, Federico y yo nos fuimos a cenar al restaurante La Ancha, a homenajearle. Este restaurante tiene en su menú, desde hace muchos años, un plato que se llama “escalope Armando”. Lo pusieron por él.
Fede me contó la última conversación telefónica con él. Estábamos jodidos y muy tristes. También algo cabreados por no haber podido estar cerca de él. Y empezamos a pensar que algo teníamos que hacer.

ADIÓS

Armando ya no está. Ya no puedo cenar, reírme, acercarme, distanciarme, elogiarle, rivalizar, cabrearme y abrazarme con él.
Es la primera persona clave en mi vida que se ha ido.

Algunas cosas me habrán quedado pendientes con él. Hubo una época que estuve tentado de hacerle una entrevista, incluso creo que se lo llegué a plantear. El tema de la entrevista sería la historia de su relación con el psicoanálisis. Siempre he tenido interés en saber su posicionamiento.

Antes de conocer a Armando personalmente, ya tenía los libros “Cuestionamos I y II” y “Vicisitudes de una relación”. Esa era una posición. Luego vinieron otras. Cuando le leía o escuchaba me parecía que a veces daba vaivenes. Seguro que él me respondería que los vaivenes eran distintas estrategias de inserción.
También le preguntaría sobre el trabajo presentado en Paris(1984). Era un trabajo firmado por Juan Carlos Duro y él. Se llamaba: “El dispositivo grupal en la investigación clínica”. Un trabajo muy interesante y “revolucionario”, como recuerdo que exclamó espontáneamente Paola Scalari al escucharlo. El trabajo terminaba así: “… Por último, la entrevista grupal nos empujó a repensar la contratransferencia. En otro momento hablamos de la transferencia institucional, ahora aparece la cuestión en torno a lo que llamamos la contratransferencia grupal. Hemos comenzado por observar
nuestras dificultades debidas a nuestra formación. Además, la privacidad que rompemos con la situación grupal no pertenece sólo al paciente, también está dentro del area de nuestra tranquilidad personal. Nuestra consulta individual juega constantemente como la gran seductora y enemiga, siempre nos hace pensar que, a pesar de todo, pronto volveremos a ella”. Muy interesante ¿verdad?. Para los que trabajamos en la Institución Pública, esta “intranquilidad” es un sentimiento casi cotidiano.
Me hubiera gustado preguntarle más sobre ello.

Pero me he quedado con las ganas. Se ha ido el interlocutor preferido y más fiable para desentrañar este enredo de la relación psicoanálisis y grupo operativo.
Ya veré que hago con mi tic.

También me he quedado con las ganas de contarle mi penúltima aventura institucional en el Hospital Ramón y Cajal, de donde prácticamente salí huyendo y escandalizado. ¿Qué hubiera comentado él?.
A Armando siempre le han gustado las Instituciones Públicas. Repetía mucho que era el lugar idóneo para experimentar nuevas metodologías de trabajo. Sus análisis sobre prácticas grupales institucionales han dado nuevas perspectivas a lo que se ha venido a llamar la corriente de Análisis Institucional.
¿Qué reflexiones haría en el momento actual en que las Instituciones Asistenciales Públicas pasan por su peor momento de los últimos treinta años?.

No me extraña que ya en el 2006 estuviera “bajo de tono”.


GRACIAS ARMANDO. Gracias por formarme como psicólogo, como terapeuta y coordinador de grupos y por dejarnos bien colocados y con suficiente “material” para seguir trabajando. Gracias por tu amistad y tu cariño.


                                                                               Alcobendas, octubre de 2008

(1) Miembro de la Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales


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EB-HARI.EIrazábal

 

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