Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

Publicaciones

M. Baz: Pensar con Armando Bauleo


(Enlace al pie del texto para descargar este archivo)

 

Pensar con Armando Bauleo

Margarita Baz (1) 

 


Me gusta la idea de “memoria pensante” evocada en muchos momentos por J. Derridá con motivo de la muerte de su amigo Paul de Man (2), porque tiene la virtud de sugerir no sólo la potencia de las marcas, las huellas de ciertas experiencias decisivas, sino que lejos de arraigar a la memoria en el pasado, congelarla, y así ponernos en paz con las pérdidas –según una lectura un tanto reduccionista de la cuestión del duelo-, impulsa la memoria hacia el futuro, al porvenir, desde un principio de acción que reconozco como esencial y que se refiere a la responsabilidad ético-política ante la vida, personal y social. No concibo mejor homenaje a la memoria de Armando Bauleo que dejar testimonio de que su obra –representada no sólo por sus numerosas publicaciones en forma de libros, escritos diversos, ensayos y artículos, clases y conferencias, sino también por las múltiples tareas que emprendió y las experiencias colectivas que promovió- tiene la fuerza incomparable de la memoria que se hace presente, aquella que nos hace recordar y nos reconecta con un mundo -aquí y ahora-, lo que exige una postura y un compromiso con la acción.  Entonces la memoria hace sentido, crea sentido, genera horizontes. Estos horizontes no tienen la figura de la certidumbre sino la forma de direcciones, de apuestas y, si se quiere, de utopías.

Armando mismo nunca cesó de reflexionar sobre su vida, las circunstancias que atravesó y las experiencias vividas. Algunas tuvieron la forma de marcas de procedencia (como la psiquiatría, el psicoanálisis y el marxismo), que se constituyeron en puntos de referencia que pensó y problematizó. Otras fueron ciertos momentos inaugurales de una historia colectiva que gestaría una psicología alternativa (como el haber sido joven ayudante en clases de las que fue titular José Bleger y un poco más tarde la participación en el proyecto de la Escuela de Pichon-Rivière). También rupturas decisivas para el rumbo que tomaría su posicionamiento profesional y político, como es el caso de la historia con la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), y momentos culminantes derivados de luchas colectivas como fueron ciertos proyectos alternativos, muy señaladamente Plataforma (la búsqueda de un psicoanálisis “en el sentido completo y amplio del término” después del enfrentamiento con el psicoanálisis institucionalizado) y la publicación Cuestionamos.  Tales experiencias, y tantas otras que conocemos por sus relatos, actuaron para Armando, me parece, como esa “memoria pensante” que dio sentido a una postura rigurosamente crítica de las instituciones, y alimentaron una voluntad política inquebrantable propia de esa subjetividad rebelde que lo caracterizó.
Recuerdo a Armando como brillante coordinador grupal que invariablemente lo confrontaba a uno a pensar, a “no quedarse en lo manifiesto”, y a la acción comprometida, es decir, a no quedarse congelado al borde del camino (3).  Conectarse con su memoria es dejar actuar ese diálogo interrogativo, esa sacudida a la familiaridad que adormece, a la conciencia opacada, a la indiferencia. Me asumo como parte de una memoria colectiva que quiere dar cuenta, productivamente, de su legado, para lo cual pretendo abrir algunas reflexiones acerca de ciertos aspectos de su obra que en este momento me resuenan y convocan.
 
La interrogación como potencia

“En los momentos agudos de incertidumbre, la interrogación se convierte en el método esencial” (Bauleo,1997:13). La acción de interrogar, en el pleno sentido dialéctico que involucra tanto a los aconteceres del mundo como a las modalidades del vínculo consigo mismo y con los otros, así como con los ámbitos, tareas y prácticas en los que estamos implicados, supone un desafío a los lugares cómodos, ausentes del sentido del devenir, en los que con facilidad nos refugiamos. La interrogación genera irremediablemente una tensión, en la medida en que interpela las formas de sentir, de estar, de pensar y actuar que nos son familiares.  Nos conduce al extrañamiento como primer movimiento de desprendimiento, de discriminación, de cambio, de expansión de mirada y conexión con el mundo.  Pero la interrogación sólo se gesta como fuerza de transformación, como potencia de la subjetividad, en las condiciones significativas del vínculo. Es decir, que no hay pregunta que con-mueva si no está adherida a una travesía hacia el otro, a una experiencia de lo colectivo.

Al postular la interrogación como método (4), Bauleo apostó a un proceso crítico para promover tanto la creación de un flujo continuo de reflexión analítica sobre las miradas, saberes y prácticas que sostienen nuestro quehacer cotidiano, como la construcción de un vínculo historizado con el propio hacer. Esta modalidad de vínculo se nutre de “la conciencia de la situación social” y de una “teoría de la acción” (Bauleo, 1977). Ubicar y denunciar los procesos de pensamiento y práctica parcializados y desconectados, es reflexionar desde un sentido profundo de grupalidad, es decir, de las conexiones múltiples -tensas y palpitantes- de las historias singulares y colectivas y de las tramas complejas que constituyen todo campo de acción. La disociación -en los distintos planos y modalidades que aparece- es finalmente un mecanismo ideológico que fomenta la alienación del ser humano y que instaura fracturas con los procesos de conexión con la vida, constituidos esencialmente por el deseo, el vínculo social, la dimensión del otro y la dimensión ética.

De ahí que Armando afirme que la función central de una psicología social crítica “es la de dar material para la toma de conciencia de situación” (1977:36), ya que la acción parte precisamente de la ubicación y la apropiación de esa conciencia. “Tengamos presente que siempre praxis transformadora es acción social, cambio de valores en las relaciones interpersonales, por lo tanto otra ética de la conducta cotidiana” (1977:72)
A sus escritos frecuentemente los tituló “notas” como anticipo de una modalidad de escritura abierta e interrogativa. Reacio a postular tesis, jugó constantemente con preguntas y con hipótesis de trabajo; no obstante, éstas revelaron siempre una direccionalidad: interrogar latencias, emergentes, obstáculos y tensiones con una visión de grupalidad, de recreación del vínculo entre lo individual y lo social. En su forma de preguntar reconoció una epistemología de la complejidad y una epistemología convergente, sobre la idea de que: las múltiples dimensiones que constituyen los procesos y las prácticas de la vida cotidiana, demandan para su esclarecimiento no sólo una articulación conceptual que va ampliando la comprensión de las problemáticas implicadas sino una redefinición de los términos de la construcción del conocimiento, distanciándose de posturas que pretenden concebir al sujeto separado del objeto de conocimiento. Le gustaba recordar que Freud había sugerido que pensar analíticamente era viajar, trasladarnos por diferentes dominios que alimentaran otras perspectivas. Y añadía, “ser viajero, no turista”.  ¿Cómo armar ese camino abierto, curioso, incansable? La condición de diálogo, de experiencia en la confrontación de distintos campos problemáticos, los horizontes permanentemente abiertos, se hacen posibles cuando se inicia con la mirada crítica sobre las propias prácticas y pensamientos, iluminando así el sentido de la propia acción.

El modelo de acción privilegiado sobre el que Armando apostó a una acción transformadora fue la praxis grupal. “A través de la experiencia grupal, centrada alrededor de un tema, se trata de elaborar, viviéndola, una experiencia de corte con los modelos instituidos, en los cuales la afectividad y el pensamiento aparecen como opuestos y sin ninguna conexión”; “...se busca que el sujeto pueda pensar su contexto de existencia, rompiendo con los límites impuestos por las determinaciones estructurales, o las condiciones de soporte” (Bauleo,1977:14) Un esquema referencial sustentado en la concepción operativa de grupo reveló su operatividad, su capacidad de articulación entre teoría y práctica, y su potencialidad en dos sentidos fundamentales: para orientar la investigación y para operar sobre un campo específico. 

En correspondencia con su postura indagatoria, la función de la coordinación grupal (papel que desempeñó en infinidad de grupos con distintas tareas y en muy diversos escenarios) fue incisivamente pensada, no sólo insistiendo en su posición descentrada, de “copensor” como lo estableció el pensamiento pichoniano, sino también abriendo con gran lucidez la discusión sobre el sentido de su tarea en el contexto de un proceso grupal. “Para nosotros el operar sobre un campo era la posibilidad de interpretarlo” (1990:23). La tarea de coordinación se ejerce desde una modalidad de interrogación que es interpretativa, pero siempre en el sentido de conjetura cuyo destino en la producción grupal es incierto. La interpretación del coordinador de grupo es exploradora e impulsora, nunca “oracular” (Bauleo, 2006). Tal planteamiento recuerda, sin duda, el trabajo de Ch. A. Pierce sobre el proceso de abducción, que Armando mismo evocó en alguno de sus trabajos más recientes (1997).  En el proceso grupal, observando la intersubjetividad, se interrogan latencias, grupales e institucionales, y “se tratará de organizar una interpretación para provocar un movimiento de sentidos” (1982:7). Dice Bauleo: “Lo que interesa en el grupo es lo que irrumpe, lo que no está programado, lo que desordena” (1997:46). 

La noción de experiencia es crucial para comprender sus apuestas sobre la situación grupal en la medida en que apunta a recuperar la sorpresa ante el acontecer, a reconocer la riqueza de la emergencia de lo nuevo, a asumir en el presente el juego complejo de fuerzas y procesos en tensión, y donde la tarea será pensada como metáfora que indica las condiciones de posibilidad de funcionamiento del grupo. En la experiencia grupal se dirimen las cuestiones en torno a la multiplicidad y la singularidad, la alteridad y lo colectivo. Bauleo ironizó sobre las tendencias a indiferenciarse, a fundirse en una ilusión de igualdad. “No es necesario estar todos juntos amarrados, especulando y queriendo las mismas cosas, para configurar una escena colectiva: ésta ocurre fundamentalmente cuando se desencadenan efectos, y para ello es preciso pensar el grupo (en el psiquismo de los sujetos) a partir de la dispersión y no de la unificación”. (1997:46).

El coordinador en el campo grupal deberá atravesar sus propios “grupos internos” (la historia grupal del coordinador que se pone en juego en cada sesión), sus miedos, su contratransferencia. Nunca cesó Armando de alertar contra “el control narcisístico de la situación” (1990:27), de insistir en que el grupo no es propiedad del coordinador, ni es su líder, afirmando que la aparición de tales mecanismos defensivos colapsan toda operatividad de la situación.  Apostó, en cambio, al trabajo de promoción de autonomía, es decir, a que el grupo, el equipo o la comunidad con la que se trabaje, se apropie y se haga responsable de sus procesos. Para aclarar este movimiento productivo del grupo, una noción clave es la de trabajo, básicamente en el sentido de trabajo psíquico y elaboración. Entonces, sobre esa comprensión, el coordinador puede concebir su intervención como una “alianza para el trabajo”.  En cambio, fomentar la dependencia sería instalar una situación paralizante que limitaría o harían imposibles los procesos de esclarecimiento y de creación. Desprenderse, despedirse, descentrarse para abrir nuevos procesos fue el gesto solidario y congruente que nunca abandonó ese apasionado de los grupos que fue Armando, recordando desde luego que el tránsito grupal fue la forma de caminar, de operar e investigar, pero que su finalidad trasciende al grupo como espacio concreto.  “Para nosotros, el fenómeno empírico grupo nos ha conducido a pensar en lo colectivo como sujeto” (1988:50)

Si la interrogación es acción y proyecto, si hay un campo problemático que demanda producción de conocimientos como realimentación de las prácticas y si éstas son también dispositivos de indagación, la investigación como tarea sistemática y organizada es una alternativa ineludible. La fundación del Centro Internacional de Investigación en Psicología Social y Grupal, a propuesta de Armando Bauleo en julio de 1981, fue descrita por él mismo como “constituido como una interpretación en un contexto histórico recortado” (1982:7). Su separación del Centro, anunciada en el congreso de Rimini, en febrero de 1992, tiene seguramente el valor de una interpretación. El proyecto de constitución de una psicología social que interrogue la articulación entre lo singular y lo colectivo, y opere en el campo de los vínculos desde una conciencia del momento histórico y del hacer historizado y comprometido con la transformación social, sigue latiendo y alentando muchos espacios en distintas geografías de América y Europa; no depende de Armando porque él ya hizo, brillantemente, su tarea.

Grupalidad: memoria y proyectos

Hay encuentros que son decisivos. La convergencia de momentos históricos, surgimiento de nuevos proyectos, y subjetividades anhelantes de mundos diferentes son condiciones que propician vínculos de crecimiento y expansión incomparables. Ese tipo de circunstancias se dieron en el año 1975 en la ciudad de México, cuando conocimos a Armando Bauleo, que se había asomado a las instalaciones de la recién creada Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana, fundada con un proyecto educativo innovador, que consistía esencialmente en plantear la necesidad de desarrollar un vínculo universidad/sociedad distinto al tradicional a partir de la investigación centrada en “objetos de transformación” y del trabajo grupal como estrategia educativa y como modalidad organizativa de los profesores. Una comunidad universitaria en formación, con profesores muy jóvenes en su mayoría (y nutrida con la inteligencia y la fuerza del exilio de los países del Cono Sur que llegaron a México en esos años), se daba a la tarea de crear los planes de estudio y diseñar los procesos didácticos sobre esta nueva concepción. En ese contexto, un grupo de profesores hicimos –en forma privada, fuera de la Universidad- un proceso de formación con Armando -que incluyó a los siempre recordados Juan Carlos y Marta De Brasi- que luego derivó en un proyecto que algunos de nosotros gestionamos llamado “Curso de Psicología Social crítica y alternativa”. En la Universidad hicimos la licenciatura en Psicología como primer proyecto académico, con un perfil radicalmente instituyente en relación a otros modelos de psicología entonces imperantes en México. Armando y Juan Carlos fueron en esos primeros años constantemente invitados a actividades académicas (conferencias magistrales, intervenciones grupales, asesorías a equipos, etc.), situaciones que yo viví como acontecimientos muy significativos. Unos pocos años después, creamos en la Universidad el área de investigación Procesos grupales e institucionales y sus interrelaciones y, a mediados de los 90’s, propusimos la Maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones (hoy iniciando su octava generación) y la línea del mismo nombre en el Doctorado en Ciencias Sociales. Tuve el privilegio de ser la coordinadora fundadora de todos esos proyectos. Una larga y memorable historia de la que puedo decir que lleva la huella imborrable del vínculo con Armando, y que sus enseñanzas fueron para mí decisivas, inspiradoras y productivas, constituyendo un referente permanente de diálogo e inspiración.  A ese diálogo pertenece el gesto del agradecimiento ilimitado, la conexión con el dolor de asumir su ausencia física definitiva y el homenaje a un intenso vínculo de pensamiento y afecto.


Bibliografía consultada de Armando Bauleo 
LIBROS
(1979) Ideología, grupo y familia. Folios, México.
(1977) Contrainstitución y grupos, Fundamentos, Madrid
(1988) Notas de psicología y psiquiatría social, Atuel, Madrid
(1997) Psicoanálisis y grupalidad. Reflexiones acerca de los nuevos objetos del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires.
(1990) Clínica grupal, Clínica institucional (en coautoría con Marta de Brasi), Atuel, Madrid.
(1973) (Armando Bauleo, compilador) Vicisitudes de una relación. Ayer y hoy: un espectro de posiciones marxistas ante el psicoanálisis, Granica, Buenos Aires.
CAPÍTULOS DE LIBROS
(1983) “Señalamientos para una búsqueda”, en Bauleo, A. De Brasi, J:C. y otros La propuesta grupal, Folios, México
CONFERENCIAS
“Del tiempo y de aquellos tiempos”, ponencia presentada en el homenaje a Marie Langer.  Ciudad de México, noviembre 1997
“Sobre la actualidad el grupo operativo”.  Conferencia inaugural del Congreso Actualidad del grupo operativo, Madrid, 2006.
DOCUMENTOS
Boletín. Centro Internacional de Investigación en Psicología Social y Grupal, número 1, México, 1982.
Revue de Clinique Groupale et Recherche Institutionelle, CIR, no. 1, Padova, Italia, 1991


(1) Doctora en Psicología. Profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, en la ciudad de Mëxico.

(2) Derrida, J, (1998) Memorias para Paul de Man, Gedisa, Barcelona.

(3) Frase del poeta Mario Benedetti

(4) Título de una conferencia pronunciada en el año 1976, posteriormente publicada en Clínica y Análisis Grupal, no. 2, año I,1976, Madrid


Para descargar este fichero, haga clic en el enlace abajo. O si prefiere guardarlo, haga clic derecho sobre el enlace y elija "Guardar destino como..."

EB-Pensar.MBaz

 

Volver a Número Especial 2