Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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F. Suárez: Ahora... veamos qué pasa


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Ahora... veamos qué pasa

Federico Suárez (*)

 

Finalizaba el año 1.977. Dos años antes había muerto el general Franco. Yo terminaba el servicio militar y comenzaba el cuarto curso en la facultad de Psicología. Pocos meses antes había sido legalizado el Partido Comunista de España, en el que militaba desde 1.973. Quería estudiar psicoanálisis, y como esto no era posible en la universidad, debía elegir un grupo privado de entre los pocos que, por entonces, ofrecían estos estudios. Un amigo me dijo: “ve a estudiar con Bauleo, es un marxista”. Llamé por teléfono y fui convocado a una entrevista de admisión, en la que conocí a Marta de Brasi y a Armando Bauleo. Me incorporé a un seminario de formación en psicoanálisis que realizaban junto con Armando Ingala.

Poco tiempo después, Bauleo me invitó a una reunión informativa en la que expondría el programa a seguir en un grupo de formación en Psicología Social y Grupo Operativo que iba a empezar inmediatamente. En ella escuché hablar de otra Psicología Social distinta a la que conocía por la universidad, articulada en torno al psicoanálisis y al materialismo histórico, y tuve la sensación de haber encontrado lo que andaba buscando. Hasta ese momento mi militancia política, en el sindicalismo de base, y mis estudios de Psicología eran cosas separadas. Vivía con contradicción mi labor sindical y mi deseo de ser un profesional, lo que me llevaría a tener que abandonar aquel frente de lucha. Encontrarme con Bauleo me permitió entrever otros frentes posibles desde los que proseguir la misma lucha.

En el Congreso Internacional “Actualidad del Grupo Operativo” que organizamos en Madrid en el 2006, me correspondió presentar a Armando, que abría el encuentro con una conferencia. Unos días antes le pregunté cómo le gustaría que le presentase. Me respondió: “di lo que te salga”. Y entre otras cosas más formales, lo que me salió fue destacar su pensamiento marxista como un atractivo para algunos, que alentaba la decisión de formarse con él.

Entre aquél primer encuentro con Bauleo y éste congreso pasaron casi treinta años, y muchas cosas. Podría sintetizar lo que Armando ha sido para mí diciendo que fue mi maestro, la persona que mayor influencia ha ejercido en mi formación como profesional. Ya he tenido oportunidad, en alguno de los homenajes que se han realizado tras su fallecimiento, de destacar, porque ha sido muy importante para mí, su capacidad para “acompañar”, para acompañarme en las diversas situaciones profesionales en las que me he venido comprometiendo y ante las que su apoyo ha sido básico para ir construyendo un esquema referencial que me permitía enfrentarlas, aprender, operar.

Bauleo quiso siempre involucrarnos en serio en el pensamiento que, a su vez, él mismo trataba de desarrollar. Las propuestas de sus seminarios así lo atestiguan. “Psicología Social y Concepción Operativa de Grupo”, de cinco años de duración, fue el principio. “Metodología de la investigación científica”, “Filosofía de la ciencia”, “Epistemología contemporánea”, “Grupalidad y análisis institucional”, “Grupo y psicosis” –el último-, que son los que me vienen a la cabeza en este momento, los siguieron. Supervisábamos con él nuestro trabajo cotidiano, al tiempo que estudiábamos los instrumentos teóricos necesarios para pensar esas prácticas... así íbamos construyendo un ECRO y participando de su pensamiento.

En aquella época en que lo conocí –y esto lo mantuvo después durante muchos años- Armando realizaba todos los meses un periplo por Europa –París, Zürich, diversos lugares de Italia y, cada tanto, por Latinoamérica-. Sabíamos que allí mantenía otros grupos de formación y de estudio y que supervisaba, o realizaba directamente, intervenciones y prácticas diversas -en los campos de la salud, de la educación, etc.- que, como en nuestro caso, seguía siempre con mucho interés.

Bauleo enseñó el pensamiento de Enrique Pichon-Rivière por diversos lugares del mundo, siendo en Europa, sin duda, el mayor difusor de sus ideas. Pero Armando no fue solamente un transmisor del pensamiento de su maestro, sino que su empeño fundamental era desarrollar el legado pichoniano. Pensaba, ya lo sabemos, que los Grupos Operativos son más que una técnica de coordinación de grupos: una perspectiva para observar –investigar, intervenir- “lo grupal”, el espacio de la intersubjetividad constituyente de la subjetividad. Por tanto, la concepción pichoneana de los “Grupos Operativos” abría el campo disciplinario de una psicología social cuyo objeto de estudio sería el grupo, y en desarrollar esta perspectiva con todas sus consecuencias volcaba sus esfuerzos.

En este sentido hay que entender, en mi opinión, la propuesta que hizo en Milán, en julio de 1.981, de fundar el Centro Internacional de Investigación en Psicología Social y Grupal –CIR-. El Centro se puso como objetivo el desarrollo de lo que llamó en aquél acto fundacional “Concepción Operativa de Grupo” –COG-, es decir, como he indicado, la conjunción del legado cultural y teórico que procedía del psicoanálisis y del materialismo histórico, y de las elaboraciones que de ello realizó Pichon-Rivière, con las múltiples prácticas que, sobre esa base nocional y conceptual, se estaban realizando en diversos ámbitos –salud, educación, servicios sociales...- y en distintos países. La propuesta era la de investigar e ir delimitando nuevas áreas teóricas y prácticas, que constituirían una Psicología Social, en confrontación con la hegemónica en el discurso dominante.

Con este objetivo se correspondía su estructura organizativa, articulada en torno a tres áreas que querían ser abarcativas de los campos de prácticas en los que más estábamos trabajando: la clínica grupal, las aplicaciones del Grupo Operativo en otras áreas y la intervención institucional. Así, se definieron tres Departamentos Internacionales, que tendrían en cada país su versión nacional. Estos últimos elegían representantes –se propuso que fuesen dos- que constituirían aquellos internacionales. A su vez, cada Departamento internacional tendría un representante. Congresos cada dos años –alternando Europa y Latinoamérica para su realización-, una Revista semestral a editar rotativamente en cada uno de los países, y un Secretariado compuesto por tres personas y elegido en cada Congreso, eran el resto de elementos que configuraban la organización del CIR.

Creo que fue una apuesta muy fuerte, muy importante de Armando. El único empeño que ha realizado en este sentido. Once años más tarde, en Rimini, a fines de enero de 1.992, propuso su disolución. En esa aventura colectiva nos habíamos embarcado un buen número de personas. Al CIR pertenecimos profesionales de diversos países americanos  y europeos . En torno a las 170 personas llegamos a estar adscritas en algún momento. Se celebraron seis encuentros internacionales  y se editaron 19 revistas  que contienen en total más de 3.500 páginas... ¿Qué pasó?.

La propuesta de disolución realizada por Armando no fue aceptada por escasa mayoría. Se decidió entonces abrir un periodo de transición durante el cual se deberían efectuar las reinscripciones de quienes quisiesen continuar con el proyecto -explicitando su interés por la investigación y las expectativas hacia el CIR- así como mostrar su disposición a acudir a una posible asamblea de refundación a celebrar en México, en agosto del año siguiente, 1.993. Si la mitad más uno de quienes pidiesen la reinscripción manifestaban estar dispuestos a viajar a México, la asamblea de refundación se convocaría por el grupo encargado de gestionar este proceso . Cuarenta y ocho personas solicitamos la reinscripción, pero faltaron cinco voluntades para acudir a la asamblea... Tal vez la impresión de que Armando no apoyaría esa nueva etapa pudo retraer a algunos, aunque yo creo, hoy, que de haberse convocado aquella asamblea la hubiera apoyado.

Pienso que alguien, en algún momento, estudiará esta extraordinaria experiencia que fue el CIR: es un trabajo “pendiente”. A su disposición están todos los materiales producidos, publicados en los diversos números de la Revista, y todo lo que podamos aportar quienes en ella participamos. Yo hoy solo puedo hacer algunas apreciaciones personales, desde la necesidad de hablar de algo en lo que estuve fuertemente implicado. Entre 1.986 y 1.990 formé parte del Secretariado del CIR, y en otros momentos participé en alguna de las Comisiones que se estipularon.

Armando quiso, a través del CIR, organizar la COG como una tendencia teórica dentro del pensamiento grupal y de la Psicología Social. Y en consecuencia con esa idea estaban el objetivo del Centro y su organización. Creo que entender esto cabalmente ayuda a comprender su decisión de disolverlo años después de su creación.

El objetivo era la investigación. El Centro se crea para investigar, era un dispositivo para la investigación. El trabajo de los grupos nacionales e internacionales debería dar cuenta de los efectos que, en distintos planos, tenía la aplicación de la COG en campos, ámbitos y realidades nacionales diferentes. Junto a este objetivo central se situaban otros de difusión y desarrollo del CIR y de la COG (como la participación u organización de encuentros, jornadas, etc.) que contribuirían a la consolidación de la COG como una tendencia en el plano científico. Armando siempre se mantuvo firme en la prosecución de este objetivo.

Pero se pretendieron, inevitablemente, otros objetivos para el CIR, menos exigentes, que permitiesen una vinculación más laxa con el Centro, y más “amplios”, de manera que tuviesen cabida otros intereses más particulares e individuales junto a los más colectivos que el Centro proponía, y que se fueron manifestando con el paso del tiempo. El CIR exigía una implicación clara y fuerte. ¡Cómo, si no, participar en un proyecto de investigación!. Estas cuestiones abrían un interrogante en torno al “don”, que explicita el informe del último secretariado, en Rimini: qué se da y qué se recibe en las relaciones. Qué da cada uno al CIR y qué espera recibir de él, y, también, qué pide el CIR y qué espera recibir de sus integrantes.

Entremezclado con todo esto se dieron muchas situaciones de confusión en torno a cuestiones como la tantas veces repetida “¿cómo se investiga en grupo?”, o interrogaciones sobre las funciones de los representantes departamentales, cuya discusión consumía muchas energías... confusiones pertinentes al proceso que la participación en el CIR abría para muchos de nosotros: el pasaje de grupo de estudio, de formación, a un grupo de investigación. O, por decirlo con palabras de Bauleo, la propuesta del CIR requería dejar de ser “la universidad invisible”  para constituirnos como un Centro de investigación. Claro que en la universidad invisible no es lo mismo ser profesor que alumno, por lo tanto este pasaje señalado arrastraba distintos elementos para cada uno. Como tampoco podía decirse que todos los que participábamos en aquella universidad queríamos estudiar las mismas materias: con el tiempo se fueron viendo, o desarrollando, otras adhesiones que no eran a la COG sino que se inclinaban, por ejemplo, hacia la psicología sistémica o hacia el psicoanálisis lacaniano.

Otro asunto complicado de manejar era el internacionalismo del CIR, planteado como un nivel para la investigación (no sólo para el intercambio de información y la coordinación burocrática). De los Departamentos Internacionales se esperaba una cierta dirección de las líneas de investigación y una observación del proceso que se seguía en cada país, así como una lectura de lo trabajado en cada lugar desde la perspectiva de quien puede observar lo que acontece en diversos contextos institucionales y en diferentes inserciones nacionales. Complicado. Era difícil también desde el momento en que la comunicación entre los integrantes de los Departamentos Internacionales no podía ser tan fluida como ahora permite Internet, sino que debía hacerse por carta, o por teléfono –siempre caro-. Y los gastos de desplazamiento a las reuniones anuales de cada Departamento salían del bolsillo de los miembros del CIR. No teníamos ninguna fuente de financiación externa –ni seguramente la queríamos-. Pero era complicado, además, porque el internacionalismo invita a pensar en un plano distinto al local, en otra dimensión. Al menos, exige tener cierta claridad respecto a lo que se comparte con los otros de “otros lados” y un compromiso suficientemente sólido con ello.

Lo cierto es que los Departamentos Internacionales no llegaron a recortar su tarea con nitidez, ni desempeñaron el liderazgo que se requería, a pesar del esfuerzo de quienes fueron sus representantes y sus integrantes. Con el tiempo fue una estructura difícil de sostener, al punto que en el congreso de Managua (1.990) se planteó y aprobó directamente su disolución. Fue duro. Creo que con esa decisión el CIR perdía su proyecto.

Otro elemento que vino a entremezclarse con los señalados fue la participación del CIR, como miembro institucional, en la Asociación Internacional de Psicoterapia de Grupo –IAGP-. Por un lado ello nos abría la posibilidad de confrontación con otras líneas de pensamiento ante las que deberíamos aparecer como una tendencia “en marcha”, por otra parte, dentro del CIR se abrió un debate en torno a la presentación de terapeutas de grupo que serían reconocidos por aquélla asociación. Esto último implicaba definir con claridad los requisitos a cumplir y cómo se organizaba dentro del CIR el proceso de formación de terapeutas. Se creó una Comisión para estudiar estas cuestiones en la que participó Bauleo. Como es fácil imaginar, en el debate se pusieron en juego otros diversos y más particulares intereses, además de los que correspondían a la organización del CIR como tendencia. Así, recuerdo que había quienes planteaban resolver la cuestión con un “café para todos”, o sea, se pedía que quienes eran socios activos  fuesen automáticamente nominados para terapeutas de grupo ante la IAGP. Otro sector defendía criterios más estrictos, es decir, que no solo la formación fuese tenida en cuenta en este caso, sino además una práctica clínica y la supervisión de casos. La Comisión preparó un cuestionario al que debían responder los asociados... Bauleo presentó el informe con los resultados de la evaluación de las respuestas al cuestionario por parte de la Comisión, en cuyo último párrafo presentaba su renuncia a hacerse cargo “del vínculo entre el CIR y la Asociación Internacional de Psicoterapia de Grupo”  .

Fue un congreso difícil este de Managua. Aunque la elección del lugar se había hecho dos años antes, en el congreso de Madrid, surgieron voces que pidieron cambiar de sitio el encuentro por miedo a la inestabilidad en la nueva situación política de este país: el Frente Sandinista había sido derrotado en las urnas pocos meses antes, y Violeta Chamorro (candidata de la U.N.O., que contaba con el apoyo de los EE.UU.) era la nueva presidenta del gobierno nicaragüense. ¿Qué nos animaba ya a reunirnos allí?. Supongo que nos llevaban nuestra historia y nuestros compromisos ideológicos. Marie Langer –socia de honor del Centro- había apoyado con su trabajo la labor del Frente Sandinista , que gobernó el país desde 1.985, y Bauleo y Marta de Brasi también lo hicieron . Había miembros del CIR allí. Y nosotros, el Secretariado, no queríamos romper el encuadre estipulado, porque ello hubiera vuelto mucho más difícil entender lo que nos estaba pasando en el CIR.

Recuerdo que el primer emergente tras la lectura del informe del secretariado saliente, que me correspondió efectuar, fue: “hace mucho frío aquí”, manifiestamente en referencia al aire acondicionado del salón en el que nos reuníamos. Era cierto que hacía “frío”. Faltaban muchos compañeros en relación a otros congresos, y algunos representantes de Departamentos nacionales e internacionales no acudieron a la cita.

Para clausurar el encuentro invitamos a Daniel Ortega, quien de pié y micrófono en mano estuvo hablando tres horas de reloj, haciendo una brillante historia del Frente Sandinista y un relato de la reciente historia política de Nicaragua. Recuerdo que lo acompañé a la puerta del hotel, y para despedirlo lo abracé, “a sus órdenes, mi comandante”. En fin... también hacía pocos meses de la caída del muro de Berlín, y pocas horas de la “caída” del internacionalismo de nuestro Centro. ¡Claro que hacía mucho frío allí!.

Pienso que Bauleo, que había formado parte del primer secretariado del CIR (1.982-1.984) dejando después esas funciones a otros, decidió hacer un último intento por reconducir la situación, y junto a Raffaele Fischetti y Thomas von Salis integró el nuevo secretariado elegido en este congreso de Managua. Un Secretariado que debía hacerse cargo de una fase donde el plano internacional había desaparecido.

Para mí particularmente, el periodo entre el congreso de Managua y el de Rimini fue bastante pesado. Otras pérdidas en lo personal se sumaron a las ideológicas (el derrumbe de la URSS cambió el mundo, arrastró consigo a los partidos comunistas europeos, que entraron en una grave crisis de la que aún no salen). Además, las relaciones con bastantes compañeros españoles del CIR eran “raras” tras el “distanciamiento” que habían producido los cuatro años de participación en el Secretariado, que dejaba atrás.

Ya en Rimini, el informe que el Secretariado presentó al VI Congreso del CIR (1.992) hace un análisis claro de la situación y de las dificultades por las que atravesaba el Centro, apuntando las razones en base a las que Bauleo formularía su propuesta de disolución. Una de ellas me parece central: “... en general la línea de elaboración está paralizada” .

Catorce años más tarde, en el Congreso Internacional “Actualidad del Grupo Operativo”, Madrid 2006, Armando insiste en la misma idea, “Desde hace bastante tiempo observamos esa gran difusión que adquirió el Grupo Operativo, pero ella no puede ser confundida con un aumento de la densidad conceptual y práctica que hoy debería haber enriquecido nuestra concepción.
Nos hallamos con una enorme disparidad entre aquella difusión y el magro engrandecimiento del conjunto nocional
” .

Creo que esta es la cuestión que hoy, a quienes seguimos comprometidos con la COG, debe preocuparnos especialmente, nuestro reto de aquí en adelante.

Fui de los que votó en contra de la disolución del CIR en el congreso de Rimini, y de los que solicitó la reinscripción y me mostré dispuesto a acudir a esa asamblea de refundación que no llegó a convocarse. Pero mi idea no era seguir adelante con la misma organización ni objetivos, y esto es lo que deseaba poder discutir en la supuesta asamblea de México. Era partidario de abrir el Centro a posibilidades de adhesión más flexibles y no recuerdo, la verdad, qué otros objetivos me parecía necesario incluir entonces. Estaba desconcertado por la actitud de Armando al querer disolver aquél espacio en el que tanto trabajo y esfuerzo habíamos puesto, al menos algunos. Era cierto que se hacía muy difícil seguir adelante, los objetivos fundacionales se habían diluido y con la estructura que aún quedaba en pie no era claro cómo continuar. Pero no me reconocía, ni reconocía a muchos compañeros, en la desimplicación ni apatía que denunciaba el informe del Secretariado. No quería perder ese espacio ni la identidad que el CIR me daba... pertenecíamos a una corriente de pensamiento, pero, de nuevo, ¿qué compromisos conlleva esto?. Todos estos sentimientos y pensamientos encontrados no creo que fueran solamente míos. Tal vez ese congreso de México hubiese ayudado mucho a aclararlos, y a aclararnos.

Armando fue un maestro muy exigente. Y también claro y firme en sus intenciones, justo es reconocerlo, aunque algunas de ellas no nos gusten. En uno de los congresos, ahora no recuerdo en cual, alguien le reprochó haber intervenido en algún momento tratando de condicionar una cierta situación que se estaba debatiendo, lo que podía verse como una manipulación. Armando respondió: “Puede ser que a mí se me vea demasiado el culo, pero el problema es que a otros se les ve demasiado poco”. Armando puso en marcha un proyecto para desarrollar su pensamiento; aquello no funcionó como esperaba y propuso disolverlo. Lo dijo muy claro en el informe del secretariado en Rimini: “Ningún secretariado consciente quiere ser héroe de la Apocalipsis ni tampoco simplemente guardián de un Club”.

Lo cierto es que la disolución del CIR produjo, además de la dispersión de mucha gente, otros agrupamientos en distintos lugares, nuevos proyectos que Armando ha apoyado de diversas maneras. Nosotros –hablo del grupo al que pertenezco- nos reunimos en torno a esta Revista, “Área 3. Cuadernos de Temas Grupales e Institucionales”, que pusimos en marcha en 1994. Con Emilio Irazábal y Antonio Tarí formamos el equipo de redacción desde el inicio. Armando fue el primer suscriptor que tuvimos, y en muchos de los números hay publicado un trabajo suyo que él mismo se preocupaba de hacernos llegar. Hoy, la Revista es una más de las actividades de la “Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales”, que sostiene otros espacios de intercambio y debate profesional, así como un grupo de estudio e investigación, que tiene ya unos años de funcionamiento y que llamamos “Encuadres terapéuticos grupales en la asistencia pública”, directamente relacionado con las prácticas profesionales de una amplia mayoría de quienes la integramos.

En estos años transcurridos desde el congreso de Rimini he mantenido un contacto regular con Armando, que ha seguido viniendo, en ese periplo al que me refería al principio, una vez por mes a Madrid para atender sus proyectos de trabajo. He supervisado con él algunos trabajos, hemos hablado de distintas cosas... siempre he sentido su apoyo y su cariño hacia mí. En dos oportunidades hemos compartido proyecto: en la edición del libro “Psicoanálisis operativo. A propósito de la grupalidad” (2005), junto a Alicia Monserrat, al que me invitó a participar. Y en la organización del Congreso Internacional “Actualidad del Grupo Operativo” (2006). Aquí sí volvieron, con Alicia, Emilio, Diana y Antonio, las “cenas de trabajo”, con sus risas –y a veces, también, los disgustos propios del proyecto-  acompañados, esto siempre, de una buena comida y un buen vino. Esta vez fuimos nosotros, la Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales, quienes le invitamos a participar, cosa que hizo con entusiasmo.

Juntos en proyectos o cada uno en los suyos, siempre me he sentido próximo a Armando, por eso, debo decirlo, me ha resultado dura la obligada distancia con la que he vivido los meses de su enfermedad. La información que tenía de lo que le estaba sucediendo era indirecta y ambigua... pero entendía que había que aceptarlo así. Quince días antes de su fallecimiento, muy poco antes de su viaje de retorno a Argentina, pude hablar por teléfono con él. Volví a sentir su cercanía, su afecto, y pude expresarle el mío. Quería verle. Me dijo que sí, y que esperaba recuperarse un poco en Buenos Aires...

La última conversación cara a cara que habíamos mantenido fue en junio de 2007, días después del homenaje a Enrique Pichon-Rivière, en el centenario de su nacimiento, que APOP  organizó en Madrid. Ignoro si ya entonces Armando sabía de su enfermedad. Fue muy interesante, porque hasta ese momento, desde la disolución del CIR, no habíamos hablado ni del CIR ni del futuro. Pero ese día sí. Le mostré mi perplejidad por no haber contado con nuestra Asociación para el homenaje a Pichon en Madrid, y argumentaba preguntándole a qué futuro de relaciones entre todos nosotros creía que apuntaba eso. Me dijo que no lo había pensado. Pero se le iluminaron los ojos, y ya me estaba proponiendo reuniones con unos y con otros para hablar de ello... quedamos en encontrarnos de nuevo en septiembre para seguir pensando el tema. Pero ya, pensar en el futuro es cosa solamente nuestra.

Haberlo conocido ha sido decisivo en mi vida. Ha estado y estará siempre enredado en mi quehacer profesional y en las cuestiones ideológicas, indisolublemente ligadas con lo anterior –me lo enseñó él- que tanto me interesan y preocupan. Gracias por todo ello y gracias también, Armando, por tu cariño.

Ahora, como solía decir,... veamos qué pasa.

octubre de 2008

(*) Psicólogo. Miembro de la Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales. Madrid


 

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