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Crítica bibliográfica: -O. Gross: Más allá del diván- por F. Suárez


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Resumen de Federico Suárez

Otto Gross: Más allá del diván. Apuntes sobre la psicopatología de la civilización burguesa

 

 

 

En marzo de 2003 la editorial Alikornio (www.alikornio.com) ha editado Más allá del diván. Apuntes sobre la psicopatología de la civilización burguesa (ISBN:84-932232-5-5 160 p., 10.50 €) del psiquiatra y psicoanalista austriaco Otto Gross. Parece que se trata de los primeros materiales de este autor traducidos a nuestra lengua.

El libro recoge 14 artículos del autor, publicados entre 1908 y 1920, tras la introducción de Horst Rosenberger, traductor, que nos presenta a Otto Gross a través de resumirnos su biografía.

1.

[Otto Gross nació en 1877 y murió en 1920. Se doctoró en psicopatología por la Universidad de Graz. Fue asistente de Freud y uno de los primeros investigadores y propagadores del psicoanálisis. A instancias de Freud, fue tratado por Jung de su adicción a los narcóticos. Siguiendo los consejos de Freud, en 1906 se trasladó a Munich para trabajar en la clínica psiquiátrica de Kräpelin. Allí entró en contacto con la bohemia revolucionaria, que tenía en esta ciudad su centro neurálgico. Se implicó activamente en la vanguardia política y cultural de comienzos del siglo XX. Colaboró asiduamente en diversas revistas de este movimiento, particularmente Die Aktion.

Se separó de Freud al llevar la técnica psicoanalítica hacia la crítica de la familia y de la sociedad. En 1908, en el transcurso del primer congreso psicoanalítico de Salzburgo, Gross pronunció una conferencia sobre las perspectivas que el descubrimiento del “principio psicoanalítico” abría para la solución de los problemas generales de la cultura y a los imperativos del futuro.  Freud, como el mismo Gross cuenta, tal vez temiendo por las consecuencias negativas que este enfoque político cultural pudiera tener para el reconocimiento de la nueva disciplina, contestó: “Somos médicos y queremos limitarnos a serlo”.

En 1909 Gross publicó Sobre las inferioridades psicopáticas, último gran trabajo del autor que mereció cierto reconocimiento por parte de Freud y del mundo médico. Se dice que a partir de ahí sus reflexiones apuntan cada vez más a componentes sociales y culturales. Sin embargo, Gross no se aleja del psicoanálisis [1], que no deja de ensalzar en sus escritos, ni de seguir desarrollando teóricamente conforme a su perspectiva, apoyando o criticando la producción de otros autores psicoanalíticos.

Perdió su cátedra en 1909, y el padre, un influyente personaje del mundo académico vienés [2], inició su persecución médica y judicial. Otto Gross es detenido en noviembre de 1913 en Berlin y recluido en un psiquiátrico en Austria. Fue Jung quien certificaba el informe médico que justificaba el ingreso en un hospital psiquiátrico “es un enfermo mental incurable y peligroso”. En enero del año siguiente es sometido a tutela por locura, que fue asignada al padre. Las reacciones a su detención no se hicieron esperar. Franz Pfemfert, editor de Die Aktion, Franz Jung y otros amigos lanzaron una campaña pública para conseguir su liberación. Fue entonces cuando se editó una selección de textos, realizada por F. Jung, que, en parte, componen la edición española del libro que comentamos. Fueron editados miles de ejemplares de un número especial de la revista Die Aktion. Se consiguió su liberación en julio de ese año, poco menos de un mes antes de que diese comienzo la Primera Guerra Mundial; pero no fue hasta 1917 en que, tiempo después de la muerte del padre, se le conmutó la tutela por locura, por una tutela parcial. Entonces viajó a Praga, donde entabló amistad con Franz Kafka, quien, se dice, se inspiró en su caso para escribir El proceso.

En 1918 regresó a Austria. Fracasada allí la revolución se trasladó a Munich, pero finalmente volvió a Berlin a refugiarse en la casa de su amigo Franz Jung. En esta época es cuando se publican sus textos más políticos: “La concepción fundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso”, “Orientación de los intelectuales”, "Acerca del parlamentarismo”, “Protesta y moral en el inconsciente”, “Sobre la formación intelectual del revolucionario”, todos ellos recogidos en esta primera edición española de su obra. Pero Gross se fue hundiendo cada vez más. Pierde el sentido, nos dice Rosenberger, de las reglas mínimas de convivencia social y se deja consumir por los narcóticos. Cuando finalmente también se rompe la relación con Franz Jung, empieza a deambular por las calles de Berlin en tal estado de abandono que incluso pierde las recetas que aún puede conseguir gracias a los pocos amigos que le quedan, hasta que una noche helada de febrero de 1920 se arrastra hacia un pasillo de una nave industrial abandonada y se deja caer allí. Al cabo de dos días lo encuentran agonizando a causa de desnutrición y de una pulmonía.

“Ya han pasado más de 80 años de la muerte de este gran seductor, rebelde contra la cubierta de las convenciones que, equipado con el instrumental del analista y a base de una concepción platónica del ser humano, quería unir el psicoanálisis con la crítica cultural y social y liberar las fuerzas interiores para ponerlas al servicio de la revolución”, dice Rosenberger finalizando su comentario biográfico. Tras décadas de silencio alrededor de su obra (los textos de Gross no fueron reeditados hasta finales de los años 70 y principios de los 80), hoy existe una asociación (www.ottogross.org) que la difunde e informa sobre los diferentes encuentros internacionales que, desde 1999, se celebran en torno a la actualidad de su pensamiento.]

2.

Creo que el siguiente párrafo, extraído de un artículo del propio Otto Gross, resume perfectamente las diversas temáticas que atraviesan los artículos que integran este libro:

“La sobrecogedora magnitud del desgarramiento psíquico y de la voluntad paralizada que emerge del tratamiento empírico del psicoanálisis plantea una pregunta que encierra su respuesta: es cabalmente imposible suponer que el terrible deterioro de las almas pueda achacarse a una disposición natural de los humanos. Si este axioma no fue reconocido por los más destacados especialistas de la disciplina, ni por el genial descubridor del método psicoanalítico, fue a causa del rechazo de las consecuencias revolucionarias que su aceptación implicaba * .

Las fuentes más profundas del conflicto pandémico ineluctable que actúa en el alma humana resultan en realidad de los motivos siguientes cuya discusión se dejará para otros artículos:

1. La oposición entre todas las normas existentes y los deseos vitales de la naturaleza humana que, como consecuencia de su eliminación de la zona de la conciencia, han estado más o menos escondidos, si no ignorados en gran parte.

2. La necesidad impuesta de una adaptación antinatural, asumiendo interiormente motivaciones ajenas mediante la auto violación y el autoengaño hasta tal extremo de que el sujeto ya no podrá diferenciar entre los elementos ajenos sugestionados y sus propios impulsos y creencias.

3. La ingente receptividad de la infancia ante la imposición de normas y valores ajenos a causa de la ingente necesidad de amor y contacto del niño para quien la alternativa restrictiva “adáptate a los demás o te quedarás solo” se convierte en coacción absoluta, en amenaza ineludible con consecuencias fatales, ( ) en resumen:

4. La estructura patriarcal de la sociedad: es decir la incapacidad de la humanidad de llegar dentro del orden actual al comunismo matriarcal” [3].

3.

Gross considera que en el hombre hay una disposición innata, una tendencia natural armónica: “nos parece lógico suponer una armonía necesaria de todas las disposiciones innatas; nos parece absurdo no reconocer en la configuración de las disposiciones innatas, en ellas mismas, la armonía y las condiciones necesarias para un funcionamiento armónico. Partimos de la funcionalidad de los impulsos innatos, no tan sólo en el sentido de su funcionalidad individual sino, y sobre todo, en el sentido de su funcionalidad social. La predisposición soberana –tanto la social como la ética- que ahora, y gracias a la metodología de la psicología del inconsciente podemos liberar de la represión interior, nos es conocida desde P. Kropotkin. Se trata del “instinto de ayuda mutua” que Kropotkin, a partir de comparaciones biológicas, ha formulado como primer fundamento para una ética auténtica, una disciplina al mismo tiempo normativa y fundada en la genética” [4].

Estas disposiciones innatas serán reprimidas durante la infancia, en la familia, en la escuela. El niño deberá adaptarse a las normas bajo la terrible amenaza de la soledad. La interiorización de este choque entre sus tendencias innatas y las normas sociales es “el verdadero origen de los conflictos enfermantes”.

“Este conflicto de la individualidad con la autoridad exterior introducida en el interior del individuo es el contenido trágico del período de la infancia” [5].

Serían “precisamente los individuos mentalmente más fuertes y más resistentes contra la influencia sugestiva” aquéllos “en los que la lucha interiorizada de lo propio contra lo ajeno lleva a una desintegración más intensa, que se manifiesta en alteraciones especialmente fuertes de la armonía y del equilibrio interiores”. Solamente mediante el psicoanálisis se podrá integrar una personalidad armónica, al permitir la liberación de los motivos ajenos o externos causantes de los conflictos. Con ello se anularían “los resultados de la educación en aras de la autorregulación individual”.

De estas ideas derivan sus conceptos de “cura” y de “salud”:

“La consolidación de los valores individuales significa la curación” [6].

“El criterio de “salud” es algo relativo que sólo puede determinarse para cada individuo concreto, de acuerdo con su idiosincrasia individual preformada”. 
4.

Otto Gross vio en el psicoanálisis un enorme potencial revolucionario. Por eso se adhirió a esta teoría desde el primer momento y nunca la abandonó.

 “La psicología del inconsciente es la filosofía de la revolución, es decir, está llamada a convertirse en ello, al ser el fermento de la subversión dentro de la psique y el instrumento de liberación de la individualidad atada por el propio inconsciente” [7].

“La psicología del inconsciente nos está descubriendo el terreno de los valores escondidos inscritos en las predisposiciones innatas y reprimidos en el nivel de la consciencia por la presión psíquica de la educación y de las demás sugestiones autoritarias. A partir de ahora, esos valores se pueden llevar metódicamente a la conciencia por lo que permiten oponer a las normas actuales y sus efectos una imagen auténtica del ser humano y de sus posibilidades reales, así como de sus propios valores innatos y de su determinación primaria, restablecidos conforme a sus propias disposiciones. De esta manera, la psicología del inconsciente nos proporciona el primer sustrato para poder plantear el problema del valor de los valores –el problema inicial del pensamiento revolucionario. La exigencia revolucionaria como resultado de la psicología del inconsciente deviene absoluta en cuanto se demuestra que la represión de los valores inscritos en las disposiciones innatas significa el sacrificio de las posibilidades humanas más elevadas.

Esta es la razón por la que la escuela psicoanalítica y su gran descubridor S. Freud se pararon ante esta evidencia. ( ). Los límites del psicoanálisis clásico han sido trazados precisamente por los descubrimientos que ponen en duda toda autoridad tradicional y que sacuden la base de la existencia de aquellos que se encuentran a sus anchas en la autoridad del orden existente” [8] .

En una nota al pie de su Introducción, Rosenberger dice que no es claro que Wilhem Reich llegase a conocer los trabajos de Otto Gross, si bien algunos autores se preguntaron por la posible relación entre ambos, y el propio Franz Jung calificase la obra de Reich como copia directa de Otto Gross. Pero en la obra de Reich no hay ninguna referencia a Gross.

5.

Veía también que los conocimientos psicoanalíticos debían formar parte de cualquier proyecto educativo que se quisiese liberador:

“es una exigencia del espíritu revolucionario que la supremacía del pensamiento abstracto sobre los elementos afectivos perturbadores no se experimente como una sumisión a la coacción de una costumbre intelectual, sino como libertad del espíritu”.

“Esa sensación de libertad interior sólo podrá existir a partir del momento en que, por la solución de los conflictos interiores y el descubrimiento por uno mismo de la dimensión y naturaleza de la vida afectiva interior, es decir, de los impulsos que sabotean el pensar, se produzca una liberación del espíritu objetivo de la relación con la idea por sí misma.

Se tendrá que descubrir que la oposición entre la voluntad de relación y la voluntad de poder constituye la oposición elemental entre la psique revolucionaria y la adaptada –la psique burguesa- y demostrarla como la última y verdadera meta de la revolución.

Se tendrá que mostrar ( ) que la naturaleza humana, tal como está hecha y dispuesta en cada uno de nosotros, aspira a esos dos grandes valores que son la libertad y la relación humana. Que estas aspiraciones son armónicas, que por su propia naturaleza no se les puede atribuir ninguna disfuncionalidad y que, por consiguiente, todo desgarramiento interior y autosabotaje procede en el fondo siempre de efectos exteriores, del impedimento violento del desarrollo natural.

La experiencia más profunda es la experiencia de la relación libre” [9] .

6.

No todos los trabajos que incluye el libro de Gross son fundamentalmente ideológicos. Algunos textos se dedican a tratar de desarrollar teóricamente sus postulados. Destaco particularmente dos: La simbólica de la destrucción (1914) y, especialmente, Sobre el conflicto y la relación (publicado en 1920, pero escrito con anterioridad. El trabajo es la primera parte de otro más amplio titulado “Tres ensayos sobre el conflicto y la relación").

 En La simbólica de la destrucción, Gross parte de tres elementos: una observación referida por un psiquiatra sobre una niña de seis años, un sueño relatado por un médico, paciente suyo, y una afirmación hecha por un personaje de la novela Kamaraden!, de su amigo Franz Jung. Lo que observa de común en estos tres casos es “la fijación del inconsciente en la definición simbólica destructiva de las representaciones de la sexualidad y del nacimiento, cuyo principio esencial en el inconsciente es la violación de la mujer por el hombre y la patología y el sufrimiento que resultan de ello”. Partiendo de la existencia de un principio ético innato en el hombre, que Gross formula como “el deseo de no dejarse violar y no querer violar a los otros”, rastrea las transformaciones de este instinto hasta quedar fijado en el inconsciente del modo antes señalado. El mecanismo de base de esta transformación será el choque entre lo innato y lo adquirido. “La simbólica sexual de destrucción es el resultado de la fusión entre la sexualidad y las actitudes adquiridas, que son la voluntad de poder y la abnegación de sí mismo”.

“Los conflictos no resueltos del inconsciente que se proyectan en las manifestaciones simbólicas hacia el exterior nacen como reacción a hechos a los que el individuo ya no puede reaccionar de forma adecuada: son hechos que no se pueden cambiar a pesar de que en el fondo nunca se haya podido renunciar al deseo de cambiarlos. Es decir, los conflictos interiores sin resolver y la simbólica de los conflictos emitida del inconsciente nacen a partir de la presión de hechos demasiado fuertes e insoportables, pertenecientes al orden social y familiar”. Del orden de estos hechos “demasiado fuertes e insoportables” es la subversión de la sociedad matriarcal originaria por el actual orden patriarcal. “... si vamos al fondo de las cosas, tendremos que añadir que la formación de la posición actual de la mujer en la sociedad y en la familia fue el trauma más universal en la historia de la humanidad del que nació el sufrimiento interior que la humanidad padece de sí misma”.

Comentaremos en otro punto la idea de Gross sobre el matriarcado. Este artículo se centra más en tratar de buscar en esa transición al patriarcado las causas de la asociación de lo sexual con lo destructivo.

“Sobre el proceso de transición del matriarcado al orden familiar existente se baraja actualmente la suposición bastante plausible de que la forma actual del matrimonio nació a partir del rapto de mujeres; es decir, que la base originaria de la familia patriarcal era el abuso de las esclavas raptadas en guerras. Esto significaría que ( ) la simbólica de la violación sexual que habita en toda la humanidad tiene su origen en una violación sexual universal, su etiología es un acto de violación universal que afecta a toda la humanidad. Fuera como fuere, en cualquier caso, tenemos que admitir que el orden familiar existente se basa en la renuncia a la libertad de la mujer...( ) el hombre individual posibilita la maternidad de la mujer individual, lo que implica la dependencia material, y por tanto universal, de la mujer respecto al hombre en aras de la maternidad.

El instinto materno está tan intrínsecamente ligado a la condición femenina que la oposición interna contra este instinto sólo puede manifestarse psicológicamente como negación de la propia feminidad y deseo de masculinidad. Lo que significa que toda voluntad de independencia individual, de libertad y de autodeterminación tiene que asociarse en la mujer con la negación de la propia feminidad y con una especie de actitud homosexual. De la misma forma, de la obligación de renunciar a la independencia individual para poder convertirse en madre, resulta que la mujer tiene que asociar el instinto de maternidad y, con ello su querer ser mujer, con una pasividad humana y sexual, es decir, con un componente instintivo masoquista.

Se entiende entonces que el conflicto entre estas dos actitudes resultantes, el conflicto más profundo de la mujer, solo persistirá en los casos en que la mujer haya podido mantener una voluntad indestructible de conservar su propia individualidad y libertad: su voluntad de no ser violada. Es decir, esto se da en la inmensa minoría. La inmensa mayoría de las mujeres encuentra su equilibrio interior y su unidad interior renunciando a su propia individualidad y practicando una pasividad humana y sexual. Mas en todas las mujeres se mantiene, de forma consciente o inconsciente, y aceptándola o rechazándola, la sensación de ser violadas con su sexualidad y su maternidad: la simbólica de la violación y la destrucción para la sexualidad y maternidad. Al igual que en todos los hombres se mantiene, de forma consciente o inconsciente, y aceptándola o rechazándola, la sensación de que sus relaciones sexuales con las mujeres en el fondo no son sino violaciones”.

7.

En el trabajo Sobre el conflicto y la relación, plantea su idea de una sexualidad innata, que no contendría originariamente ninguna perversión, lo que le hace discrepar “con la opinión del gran maestro sobre la naturaleza de la disposición sexual y el modo de la sexualidad innata”.

“El carácter fundamentalmente sexual de la neurosis no se debe a la verdadera naturaleza de la sexualidad –y menos a su naturaleza innata- sino al hecho de que los factores externos conviertan el ámbito de la sexualidad en el terreno por excelencia de la desconsolada lucha interior”.

Define la perversión como “la transposición de una energía instintiva sexual a algo que por su propia naturaleza no tiene que ver con la sexualidad”. En este caso, como en el fondo cualquier perturbación psíquica, se debe a influencias exteriores, a la acción nociva sobre las disposiciones innatas de la familia y el entorno. Esta lucha entre lo propio y lo ajeno es el conflicto interior, como queda ya dicho.

De la sexualidad original e innata de la especie humana sólo podemos decir en resumen una cosa: la sexualidad en tanto que instinto innato y, por tanto, la sexualidad original del niño, es una necesidad de contacto tanto en el sentido físico como psíquico.

Sin embargo, la presión del entorno impulsa al niño a adaptarse, es decir, actúa como tendencia represora frente a la vida instintiva. El entorno prohíbe al niño todo contacto psíquico-sexual mientras condiciona la esperanza de contacto psíquico –que por la ínfima comprensión psicológica del adulto ya está limitado al mínimo y se reduce casi exclusivamente a sucedáneos- a la adaptación y a la renuncia a la forma de ser coherente con la propia individualidad.

A mi entender, la soledad a la que se aboca al niño es el verdadero origen de toda la angustia neurótica y, con ello, de ese carácter angustiado y al mismo tiempo desesperado y violento que caracteriza todos los impulsos que irrumpen de forma tan particular del inconsciente.

Gross ya había anticipado en otro lugar [10] que “nadie puede renunciar al amor siendo todavía niño. Resulta imposible porque el instinto de arrimarse a los demás es tan central para la conservación de la especie como la voluntad de mantener la propia naturaleza innata. El niño de la familia actual tiene que convertirse en aquello que los que le rodean son....”.

La sexualidad infantil, por el hecho de integrar en sí el impulso al abandono del propio yo en los otros, la sumisión en aras de evitar su aislamiento, ha incorporado en sí el factor masoquista. Podemos decir que el masoquismo es el intento del niño por identificarse con la situación de pasividad a que se ve abocado y de conseguir a través de la sumisión cierto contacto con el entorno. La motivación que mueve al masoquismo es el miedo a la soledad, pero el miedo a la soledad es un motivo que intervendrá a lo largo de toda la vida. En las condiciones existentes, el modo de relaciones recíprocas de los humanos entre sí ( ) está tan corrompido que cada uno se verá durante toda su vida siempre ante la disyuntiva de quedarse solo o dejarse violar. De esta manera se eterniza la tendencia infantil a integrarse mediante la sumisión. ( ) También podríamos definir el masoquismo como el afán de reproducir la situación infantil frente a los adultos.

Sin embargo, pronto la tendencia infantil de entrar en contacto con los demás mediante la sumisión es sentida como insuficiente también en relación con las necesidades sexuales. La angustia de la soledad y el propio aislamiento sexual tienen que engendrar al mismo tiempo la tendencia de querer forzar el contacto sexual, aunque sea de una forma física grosera, así como alguna forma sucedánea de relación psíquica. ( ) El resultado de la combinación entre la sexualidad y la voluntad de poder, que en su esencia es una mezcla compleja entre el miedo a la soledad y la voluntad de mantenerla, constituye el componente sádico del instinto.

Todos los demás desgarramientos interiores del individuo y todos los reiterados fracasos en las relaciones de los individuos entre sí se remontan al conflicto en esta última forma. La patología de las relaciones humanas se basa en la deformación sadomasoquista de los grandes instintos.

Resumiendo, los dos grandes instintos originales, la necesidad de contacto –de la primera sexualidad- y el instinto de conservación de la propia individualidad se transforman por la presión del entorno, bajo la coacción a adaptarse para tener una posibilidad de contacto y por el miedo a la soledad, en pulsiones instintivas antagonistas para romper la soledad a costa de la sumisión –el masoquismo- y de imponer la propia personalidad a costa de mantener de forma activa la propia soledad, incluso en la sexualidad, mediante la violación del objeto sexual –el sadismo. ( ) el complejo antagonista sadismo-masoquismo genera dos pares de fuerzas características que se diferencian entre ambos sexos: en el hombre, sadismo heterosexual y homosexualidad pasiva; en la mujer, masoquismo heterosexual y homosexualidad activa.

( ) En casi todas las personas se crea un estado de incompatibilidad absoluta entre la homosexualidad y la heterosexualidad. A mi modo de ver, la corrección de este estado se produce de dos formas. O bien el componente heterosexual se transfiere al objeto homosexual aunque conserva su carácter cualitativo –son los casos de homosexualidad absoluta- o se produce lo contrario: el factor homosexual se dirige, en la forma cualitativa que ha adoptado en el curso de su desarrollo, al objeto heterosexual (sobre la existencia y la esencia de rasgos homosexuales orientados a objetos heterosexuales, ver la obra maestra de W. Stekel, Onanie und Homosexualität). Con esta reinversión de los componentes homosexuales, la dualidad antagonista queda ubicada en su conjunto en la heterosexualidad, que a partir de este momento se convierte en el terreno del conflicto interior.

8.

En varios artículos Gross expone sus ideas y opiniones sobre cuestiones políticas. En algunas de ellas se encuentran elementos de interés actual.

Más importante que las cuestiones de raza, sexo, cultura y clase es la oposición entre el hombre revolucionario y el hombre conservador, afirma Grete Fantl.

El principio elemental del alma humana, cuya diferencia cuantitativa individual, cuya suficiencia y fracaso separa y agrupa a los humanos en esas dos categorías, es la capacidad de resistencia que las personas tienen –especialmente en el desarrollo del individuo- contra las sugestiones del exterior, contra los sentimientos, valores y normas impuestos....( ) De la magnitud y persistencia de esta fuerza de resistencia a la coacción y la seducción depende que uno evolucione hacia un tipo u otro, hacia el tipo revolucionario o hacia el conservador, es decir, hacia el tipo adaptado. Y estos dos tipos humanos no comparten otra característica que el profundo conocimiento interior de que cada uno sólo puede vivir y prosperar en unas condiciones generales que ahogan al otro.( ).

Por eso, no hay cosa que odiemos más, no hay política que nos parezca más corruptora y peligrosa que la política actual de la transacción, de ese socialismo real de la muchedumbre que ha preparado el terreno para la adaptación entre el proletariado y la burguesía,  una adaptación conjunta al espíritu de lo existente, en aras de la convivencia material, arrastrando consigo todos los elementos esenciales del viejo orden;  asumiendo en su corto vuelo también la idea capitalista de la creación de masas de seres mediocres en todo, basándose, como siempre, en la naturalidad del poder y de la prepotencia de todos, y en torno a cada uno la soledad infinita.

...hasta que un día los humanos vuelvan a construir una torre hacia el cielo como expresión de su ilimitada comprensión mutua y de su alegría de vivir. Sólo esta construcción se podrá llamar Cultura [11].

9.

En realidad, la actitud frente a la cuestión parlamentaria es al mismo tiempo la toma de decisión sobre la cuestión más importante del principio de la política, es decir, el problema de la democracia.

El parlamentarismo es la única encarnación real de la idea fundamental democrática, el gobierno de la mayoría. El hecho de que en cada modelo estatal de parlamentarismo democrático siempre se imponga la influencia de una minoría no constituye la principal objeción revolucionaria ( ) el trasfondo de esta actitud es la oposición y la lucha incansable del espíritu revolucionario contra el democrático.

La actitud, en este u otro sentido, que cada individuo tome en esa lucha está fijada en el fondo de su naturaleza  y predeterminada su relación con el principio fundamental de la democracia: el de la mayoría.

El mero principio de mayoría numérica impone la obligación de subordinar cualquier cambio a la velocidad de comprensión de la colectividad y de esperar a la presunta fecha en que, como mínimo, la mayoría de las personas, ( ) haya alcanzado la “madurez” para comprender el cambio exigido.

En realidad, donde la inteligencia y la voluntad de una mayoría ya se hayan inclinado hacia un nuevo orden, no hará falta hacer ninguna revolución.

Revolución es la lucha por el poder de una idea. Es el intento de hacer gobernar un principio que de entrada sólo es vivido realmente por una minoría, pero que está presente en los miembros de esta minoría en forma de una imagen nítida que puede ser proyectada a la realidad [12] .

10.

Faltaría algo importante si en este pequeño resumen de los temas que Gross desarrolla en los artículos recogidos en el libro no mencionamos su idea sobre el matriarcado. Éste aparece como el ideal comunista, el lugar donde debe retornar la especie humana, la matriz de unas relaciones entre los seres humanos más propiamente humanas.

Este ideal llevó a Gross a trasladarse con unos alumnos, en 1910, a Monte Veritá [13], donde buscó fundar un matriarcado naturalista y comunista.

“Las investigaciones antropológicas ya no permiten albergar dudas acerca del hecho de que el orden familiar existente, la familia patriarcal, no era un hecho congénito de la evolución de la humanidad, sino que era el resultado de la subversión de un orden anterior. La antropología moderna reconoce como institución originaria el libre matriarcado, el llamado matriarcado de las tribus primitivas. La esencia de la institución matriarcal es que todos los integrantes del grupo social –en este caso de la tribu- se encargan del sustento material de la mujer. El derecho matriarcal confiere a la mujer la independencia económica y con ello su independencia sexual y humana del hombre individual, y sitúa de esta manera a la mujer como madre en una relación de responsabilidad directa frente a la sociedad, ya que es ella la portadora de los intereses del futuro” [14].

El matriarcado no impone barreras o normas, ni moral o control a la sexualidad. Desconoce el concepto de la paternidad y no precisa su comprobación en el caso concreto. Acepta la maternidad como el mayor trabajo prestado a la sociedad misma en tanto que representante legal legítima de las futuras generaciones y traslada a la sociedad la obligación de la compensación material; es decir, no tiene motivo para evidenciar la paternidad, justo lo contrario de lo que ocurre en el patriarcado, que se basa en la determinación de un sujeto responsable y obligado a pagar  que, por tanto, necesita convertir las condiciones indispensables para conseguir tal evidencia –en primer lugar la obligación de la exclusividad sexual- en el contenido de su moral y de sus instituciones [15].

He aquí la diferencia decisiva y esencial. El matriarcado sitúa el conjunto de los derechos y obligaciones, de responsabilidad y vínculo entre los individuos, por un lado, y la sociedad, por otro. La institución patriarcal, en cambio, desplaza el centro de gravedad al vínculo jurídico entre los individuos.

Donde impera el matriarcado toda entrega individual sólo puede hacerse valer en la relación del individuo con la sociedad y toda sensación de poder sólo existe en la colectividad.

Resulta harto difícil imaginarse los motivos que podían haber llevado a abandonar un orden positivo de estas características...

El punto crítico del matriarcado –también podríamos decir: la sociedad comunista a partir de su unidad más pequeña- es su complejidad social; la cohesión interior de los grupos que permite su establecimiento es al mismo tiempo la condición de su existencia. Reconstruirla sobre una base más amplia será la tarea principal en los tiempos venideros para rectificar la culpa original de haberla abandonado a la hora de la primera ola de complicaciones sociales....

Seguramente era una fase en que el creciente aprovechamiento de los recursos naturales parecía aconsejar la introducción de un sistema económico descentralizado. Era la primera sublevación del individualismo económico contra la vieja moral social: el nacimiento de la propiedad. Parece que el Génesis la relaciona también con el descubrimiento de la agricultura...

Un periodo de desintegración social, pues, en el que se corrompe tanto la estructura social como el sentimiento de relación natural entre los individuos, la moral elemental. Este periodo de incertidumbre exterior e interior puede ser el contexto en el que la mujer, para afrontar la difícil situación de la maternidad, puede llegar a esperar una mayor seguridad y un apoyo más fuerte por parte de un individuo y puede llegar a pensar que estaría más segura y materialmente mejor situada si un solo individuo se responsabilizara de este apoyo. Contrato individual en vez de la garantía social hasta entonces natural... Persiste el problema de la contrapartida.

Todo el error del nuevo orden, todo el conflicto moral irreductible de la nueva moral, se concentra en el momento de la contrapartida. La contrapartida ( ) es fundamentalmente la sexualidad ( ) y esta utilización de la sexualidad es el pecado contra la sexualidad del cual el Génesis nos muestra sus consecuencias inmediatas: la transformación de las sensaciones hasta el punto de concebir la sexualidad como un objeto de pudor.

Es decir, el contenido de la nueva relación legal es que la mujer se vende en forma de prostitución y matrimonio y su primer resultado directo es el pudor sexual.

La consecuencia siguiente es la familia autoritaria, el elemento constitutivo de la autoridad como institución.

...por parte de la mujer que ha de ser resarcida de la sexualidad, la sexualidad ha de ser presentada como un mal, como algo que ella misma no desea, sino que sólo aguanta, a diferencia del carácter activo de la sexualidad masculina que se ha convertido en un fin en sí. De esta manera empieza a instaurarse una ficción que domina todo, que a lo largo de las generaciones se inscribe cada vez más profundamente en el inconsciente y se considera cada vez más como algo dado por la naturaleza y una diferencia innata entre los sexos –la ficción de la oposición y de la imposibilidad de comprensión entre hombre y mujer. De esta manera se instaura la coacción a un comportamiento activo y pasivo, respectivamente, la obligación de la mujer al recato mentiroso y el derecho del hombre a la brutalidad posesiva (  ) una colisión entre dos egoísmos en vez del símbolo natural de la abolición de las fronteras entre yo y tú (su lugar ha sido ocupado por una lucha entre intereses opuestos, es decir, una lucha por el poder, en virtud del cual la voluntad de poder se convierte cada vez más en un fin en sí, en un automatismo que acaba convirtiendo la lucha entre los sexos en un hecho natural).

La interminable lucha por el poder crea sus propios límites y coacciones exteriores dentro de una relación de autoridad claramente definida. Al mismo tiempo, la sociedad ha dejado de ofrecer al individuo otras garantías esenciales que no sean las materiales.

...

La verdadera liberación de la mujer, la abolición de la familia patriarcal existente mediante la responsabilidad comunitaria y social de la maternidad, restituirá el interés vital de cada uno en una sociedad que le garantizará la posibilidad de la libertad suprema e ilimitada, y cada uno, independientemente de donde venga, tendrá el mismo interés en combatir las instituciones que conocemos hoy día.

...

Creemos que la única revolución verdadera será la que ponga en una misma unidad a la mujer, la libertad y el espíritu.(1913)

 

Federico Suárez

Septiembre/2003


 

[1] “Voy a editar a partir de junio, junto con Franz Jung, una revista a través de la cual queremos propagar y defender el psicoanálisis con toda nuestra energía”. Cómo superar la crisis cultural. 1913

[2] Otto Gross era hijo único de un padre que ejerció de fiscal, pasando posteriormente a dirigir el Instituto de Criminalística de Graz (Austria).

* Todas las negrita del texto en cursiva son del autor en el original.

[3] Nuevos trabajos preparatorios: sobre la enseñanza. 1919

[4] Protesta y moral en el inconsciente. 1919

[5] Cómo superar la crisis cultural. 1913

[6] Violencia paterna. 1908

[7] Cómo superar la crisis cultural. 1913

[8] Protesta y moral en el inconsciente. 1919

[9] La formación intelectual del revolucionario. 1920

[10] La simbólica de la destrucción. 1914

[11] Orientación de los intelectuales. 1919
[12] Acerca del parlamentarismo. 1919

[13] “La pequeña ciudad de Ascona, entre los Alpes suizos, a orillas del Lago Maggiore en el Ticino, región suiza-italiana, dotada de un clima privilegiado, se convirtió, junto con otras ciudades de la zona, en un lugar que ofrecía la posibilidad de una utopía. Desde 1870, la presencia en el lugar de los anarquistas rusos (como Mijail Bakunin) contribuyó a la creación de un terreno fértil para ideas vanguardistas. Ascona fue un enclave del espíritu laico centroeuropeo con la confluencia de tendencias muy heterogéneas, como sociedades teosóficas, grupos naturistas, profetas, anarquistas y escritores. Monte Verità, situado sobre la ciudad de Ascona, fue el lugar elegido para fundar una colonia naturista. La idea surgió de la pareja formada por una maestra de piano, Ida Hoffmann (1864), y Henri Oedenkoven (1875), hijo de un industrial. Compartían su aversión por la civilización y coincidían en pensar que el retiro de la sociedad moderna podría convertirse en una nueva escuela de vida. Otros fundadores fueron Karl Gräser (1875), ex oficial del ejército, su hermano Gustav Gräser (1879), poeta y pintor, perteneciente a los círculos bohemios de Alemania, Lotte Hattemer y Ferdinand Brune. Muchos otros pensadores y artistas estuvieron en Monte Verità: anarquistas como el médico Raphael Friedeberg, Erich Mühsam, Ernst Frick, Otto Braun; los psicoanalistas Otto Gross y C.G. Jung; el pintor Paul Klee; los escritores Hans Arp, Hugo Ball y Hermann Hesse”. (Marcela Sánchez. La Jornada Semanal, octubre de 2000)

[14] La simbólica de la destrucción. 1914

[15] La concepción fundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso. 1919

 

 

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