Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

Publicaciones

A. Távora: El cuerpo como lugar de expresión de los conflictos


El cuerpo como lugar de expresión de los conflictos (I y II) 

Ana Távora  


Resumen
En este artículo analizamos cómo ha sido el proceso por el que las mujeres han pasado de un discurso centrado en el área corporal a otro centrado en el descubrimiento de los conflictos, especialmente de los conflictos de género. Para mostrar el mismo partimos de los grupos de mujeres que durante 8 años se han realizado en el Equipo de Salud Mental de Santa Fe (Granada). Estos grupos han sido coordinados con un esquema de referencia, que incluye la psicología social-concepción operativa y la perspectiva de género, y hemos diferenciado tres momentos: grupos de pretarea, de tarea y de proyecto. Un aspecto central del artículo es cómo han influido en dicho proceso las relaciones que se dieron entre las integrantes y la coordinadora de los grupos.


INTRODUCCIÓN
En este artículo me gustaría reflexionar sobre los cambios que se han producido en las relaciones entre los usuarios y el Equipo de Salud Mental de Santa Fe, a partir de que se crearan los grupos terapéuticos con mujeres.
Si seguimos a José Bleger (1989) para definir una situación analítica, donde el encuadre se refiere a “las constantes de un fenómeno, un método, o una técnica” que incluyen el rol del coordinador, los factores de tiempo y espacio y parte de la técnica, el equipo que hasta Octubre de 1998 se había caracterizado por priorizar las intervenciones psicoterapéuticas, desde la concepción operativa, incorporó progresivamente  la perspectiva de género, y esto produjo cambios que afectaron no solo a las normas que iban a regular  el proceso terapéutico sino al proceso mismo.
Creo que en un primer momento, la organización de estos grupos no respondió a un análisis detenido de las necesidades de la población, sino que fue consecuencia, sobre todo, del interés de los profesionales. Acababan de crearse los Equipos de Salud Mental Comunitarios, se estaba iniciando la reforma psiquiátrica en Andalucía, y los psiquiatras y psicólogos más comprometidos con el modelo de intervención comunitaria optamos por una formación donde las ofertas psicoterapéuticas ocupasen un lugar destacado. Yo empecé mi formación en Psicología Social y más concretamente en la Concepción Operativa, estaba de coordinadora de un Equipo y muy pronto organicé espacios grupales para trabajar con los pacientes. En esos años, alrededor de 1986, trabajar con grupos era una manera de diferenciarse por la excelencia, de contar con el reconocimiento institucional, y también de poner en práctica un modelo de trabajo que se planteaba como alternativo al modelo manicomial. Con esto no quiero plantear que estas motivaciones no fuesen legítimas, pero sí que lo que pensamos como una respuesta a las demandas de la población quizás respondía más a otros intereses. Los usuarios, que sólo unos meses antes acudían a una consulta de ambulatorio, con un neuropsiquiatra, donde en menos de 5 minutos le preguntaban sobre sus síntomas y le prescribían un tratamiento farmacológico, se encuentran sin saber muy bien cómo, en un equipo, con profesionales que entienden que la mejor manera de ayudarlos a resolver sus problemas de salud es que participen como integrantes en un grupo terapéutico.
Si  Jose Bleger (1985) nos dice que en todo aprendizaje hay siempre ciertos momentos de ansiedad y confusión, no tengo duda de que esos momentos lo fueron, pero a pesar de estas tensiones los usuarios y el equipo mantuvimos el encuadre, y esto ayudó a organizar un tipo de oferta a la población que incluía, como propuesta para pensar en la enfermedad,  las dificultades relacionales. 
¿Cuáles son las necesidades más frecuentes de la comunidad?
¿Por qué un grupo para curarse?
¿Cómo transformar una demanda centrada en los síntomas en una demanda centrada en las dificultades para relacionarse?
¿Cuáles son las relaciones entre los conflictos y los síntomas?, eran el tipo de interrogantes que en esos momentos organizaba nuestra tarea.
Si desde la psicología social, Enrique Pichon-Rivière (1978) define al paciente como  portavoz de los problemas grupales que a través de su enfermedad denuncia que algo va mal, una de las observaciones más claras que habíamos realizado durante los primeros años del funcionamiento del equipo era la alta frecuentación de mujeres que solicitaban atención y ayuda. Algunas no tenían un problema psicopatológico sino que planteaban situaciones de malestar relacionadas con su vida,  muchas  llevaban años con ansiolíticos y antidepresivos, pero en ambas  lo que destacaba, desde las primeras entrevistas, era su insatisfacción.
El equipo, constituido prácticamente en su mayoría por mujeres, empezó a interesarse en la noción de malestar (Ana Távora, 2001), y a establecer hipótesis que articulasen la aparición de los problemas de salud y el tipo de relaciones que tenían en sus vidas. De las hipótesis iniciales donde el malestar era expresión de  altos niveles de insatisfacción, fuimos pasando a otras donde el sufrimiento  era consecuencia, en parte,  de estar colocadas en un lugar de subordinación. Esta ubicación tendría, posiblemente, unos efectos sobre sus subjetividades condicionando, en mayor o menor medida, la manera de relacionarse y   la construcción de los deseos propios. Las mujeres con un problema de salud mental,  se encontraban en un conflicto entre atender, por un lado, lo que se esperaba de ellas en tanto mujeres y por otro no atenderlos, y esta tensión cuando no era percibida,  se podía actuar a través de los síntomas. Como nos recuerda Carmen Sáez de Buenaventura (1993), “gran parte de estos síntomas pueden apreciarse como una huelga inconsciente” que permite legitimar decir que no a los mandatos.
Así si partimos de un esquema de referencia que incluye la psicológica social y la perspectiva de género, entendemos que las mujeres que consultan son las portavoces de un problema que es grupal: la desigualdad jerárquica entre los hombres y las mujeres. Ellas en razón de sus propias características individuales se harían cargo, especialmente, de los efectos  de dicha desigualdad.
Enrique Pichon-Rivière (1970) decía te enfermas en un grupo y te curas en un grupo nuevo, siendo el grupo un espacio privilegiado para observar las interacciones entre el individuo y la sociedad. Si en la situación de partida la creación de los grupos respondía, sobre todo, a profesionales bien intencionados, ahora nos encontramos en un momento donde ofrecer un espacio para abordar las maneras de relacionarte contigo misma, con los otros y con la vida sí tiene sentido. Un grupo para hacer visible por qué determinadas maneras de relacionarte facilitan la aparición de los problemas de salud mental,  y  un grupo para aprender otras formas posibles de estar en relación.
Si como nos recuerda Armando Bauleo (1987) “la necesidad de romper con la lógica manicomial se inscribe justamente en el mecanismo de la oferta y la demanda” hemos podido llegar a este momento, porque tanto las usuarias como el equipo nos incluimos, casi sin ser conscientes, en un proceso de aprendizaje donde pasamos de tener el síntoma como elemento central para explicar la realidad a tener  la dimensión relacional como clave de nuestro trabajo terapéutico.
Poder llegar al análisis de esta perspectiva de la enfermedad y al concepto de conflicto ha sido determinante tanto para las mujeres que han pasado por la experiencia grupal, como para mi cómo coordinadora de estos grupos. Para analizar, de la forma más clara posible, este proceso seguiremos a  Enrique Pichon-Rivière (1985) y hablaremos de tres momentos diferentes en la organización de los mismos. Grupos que surgieron en situación de pretarea, otros de tarea y finalmente los grupos que surgen como proyectos. Aunque habitualmente estos tres momentos se consideran como diferentes situaciones dentro de un mismo proceso grupal, voy a utilizar estos conceptos para analizar el periodo que va desde la creación del primer grupo hasta último. Los primeros grupos  fueron espacios de miedo al cambio, miedos en las mujeres por perder sus teoría sobre el enfermar y miedo en el equipo coordinador, predominando las actitudes defensivas. Los segundos grupos fueron de elaboración de esos miedos y de las resistencias, apareciendo la tristeza, y el trabajo con la noción de conflicto y la construcción de los deseos propios. Los terceros, grupos donde se puede hablar de las estrategias para el cambio,    diferentes estrategias tanto de las integrantes como del equipo coordinador. Las mujeres empiezan a pensar sobre su realidad, cómo modificarla, cómo incluir sus deseos más genuinos, qué hacer con los conflictos más conscientes. El equipo coordinador pensando sobre nuevas estrategias, nuevos proyectos grupales.

LOS MOMENTOS DE PRETAREA: DESPEDIRSE DE LAS VIEJAS TEORÍAS. EL CUERPO COMO TEMA CENTRAL DE LAS SESIONES

En los primeros grupos de mujeres lo más importante para ellas y para el equipo coordinador era el diagnóstico clínico. Las indicaciones para incluirse en el grupo se hacían por la intensidad de la sintomatología. Las mujeres, en sus discursos, giraban alrededor de sus múltiples molestias, siendo el cuerpo el área donde se centraban la mayoría de las quejas. Muchas habían consultado previamente a otros especialistas para descartar que la etiología fuese orgánica, pero incluso una vez descartadas esta etiología, seguían planteando en el grupo el miedo a padecer una enfermedad de ese tipo. Hablaban del cuerpo y de sus síntomas como si lo que les pasara no tuviera nada que ver ni con ellas ni con sus vidas.
En esos momentos, hace 8 años, la mayoría de las mujeres que consultaban eran jóvenes, de una clase social media-baja, con estudios primarios, que se casaron también muy jóvenes, con 2-3 niños pequeños y que cuando acudían llevaban años tomando ansiolíticos y antidepresivos. Aunque sabían que los síntomas eran ansiosos y depresivos, seguían consultando a los servicios de urgencia, y cuando empiezan a ser conscientes del origen psíquico de sus síntomas siguen funcionando como si la etiología psíquica funcionara con las mismas claves que la orgánica “esto que tenemos será genético, ¿no?”. Son mujeres que tienen una idea de los problemas muy relacionada con las dificultades económicas o los problemas de salud de sus familiares, marido e hijos. No consideran problema no quererse, no valorarse, no tener intereses, ni deseos, no saber lo que les gusta o no, no tener amigas. Consultaban esperando encontrarse con un profesional “medico” que les quitara los síntomas prescribiéndoles un tratamiento farmacológico y muestran su desconcierto cuando llegan a un equipo donde se les ofrece como oferta para su tratamiento incluirse en un grupo y aprender a pensar sobre el por qué de los síntomas.
Enrique Pichon-Rivière (1985) define los elementos más característicos de la pretarea “como el momento donde se ubican las técnicas defensivas que estructuran lo que se denomina las resistencia al cambio, movilizadas por el incremento de las ansiedades de perdida y ataque. Estas técnicas se emplean con la finalidad de postergar la elaboración de los miedos básicos; a su vez estos últimos, al intensificarse, operan como obstáculos epistemológicos en la lectura de la realidad. Son momentos de disociación entre el pensar, el actuar y el sentir y es imposible integrar los aspectos manifiestos y latentes”.
En estos primeros grupos tanto las integrantes como yo, desde la coordinación, estábamos asustadas por los miedos básicos, miedos que aparecen ante los cambios en el esquema de referencia: de los síntomas a las relaciones. Las mujeres insistiendo en su malestar corporal por el temor a hablar de la insatisfacción, a descubrir aspectos implícitos y que tuviesen que tomar decisiones. Yo con el miedo a entrar en un nuevo esquema de referencia que incluyese la perspectiva de género y que esto pudiese tener consecuencias para mi vida personal como efectivamente las tuvo. Recuerdo esas sesiones iniciales como una guerra, salía de los grupos   pensando: cómo si estaba de acuerdo con esta metodología de trabajo podía pasarlo tan mal. “Yo diferencio los grupos entre los que salgo con dolor de espalda y los que no” , en esos momentos, comienzo del año 1998, yo salía casi siempre con dolor de espalda. El número de abandonos era muy alto,  incluso un grupo lo suspendí a la mitad del año. Sentía que mis intervenciones no podían ser recogidas ni elaboradas por las mujeres, que no encontraba el momento adecuado. Yo me empeñaba en señalar desde los modelos teóricos y ellas en no incorporar estos señalamientos. Recuerdo que las relaciones entre el equipo coordinador y las integrantes era cortante, poco amable, tenso. Las mujeres entre sí no llegan a tratarse con cariño. De alguna forma, el encuadre respondía a un empeño en demostrar la utilidad de las técnicas grupales pero faltaba lo más importante, que todas tuviésemos claro el para qué de los grupos. Me cansaba, una sesión y otra con discursos paralelos que no llegaban a articularse.
Un emergente de esta situación fue que el mismo día que terminó un grupo me encontré en el Servicio de Urgencias con una de las integrantes. Esta paciente fue derivada al Equipo de Salud Mental por el Servicio de Digestivo. Se habían descartado otras patologías, incluso le habían realizado una gastroscopia y acudía a Urgencias porque, de nuevo, le dolía el estómago. Durante las sesiones grupales dedicamos mucho tiempo a establecer posibles relaciones entre sus niveles de hostilidad, de rabia, y las molestias digestivas y sin embargo justo termina el grupo y consulta urgente temiendo “tener algo malo en el estómago”.
Paso a transcribir algunos fragmentos de la primera sesión del primer grupo (Octubre 1998) donde podemos observar como algunas de las integrantes se presentan hablando de sus molestias corporales:

“me llamo Carmen, soy de Santa Fe mi problema es que me mareo, me mareo cuando me pongo nerviosa…voy a rehabilitación no tengo claro si es de cervicales o no”
“me llamo Lourdes, soy de Santa Fe, me pasa igual que a ella, me mareo y pierdo hasta el conocimiento, tengo jaquecas fuertes…no sé si lo que me pasa es por ansiedad”
“tengo ulcera por los nervios”
“me llamo Trini, me dan taquicardias, me asfixio, he llegado a perder el conocimiento, me duele la cabeza, me dan ruidos…”
“tengo un trauma con la jaqueca y no tiene que ver con esto…”
“me llamo Rafi, soy de Albolote, tengo mucha ansiedad, me aprieta, me ahogo…”

A continuación se puede ver cómo el discurso de las integrantes y los señalamientos de  la coordinadora van por caminos diferentes. Las mujeres cuentan detalladamente todos sus síntomas, también aspectos de su vida con la fantasía de que el médico pueda darles la respuesta mágica para que se les quite lo que les pasa. Yo, desde la coordinación intento que salgan del discurso de los síntomas, y que se pongan a pensar en los aspectos más implícitos:

“Llevo dos semanas dándome palpitaciones, ahora no tengo ganas de salir”
Coordinadora: “¿cómo estáis de sentimientos de inferioridad?”
“Como siempre… no sé, a ver qué me dices, estoy otra vez con la cabeza…me dicen que es por el tiempo”
Coordinadora ¿Cómo estás de amigas?
No tengo ninguna

En estos primeros grupos mis señalamientos estaban dirigidos a decirles  lo que tenían que hacer, no era pensar con ellas para que pudiesen ir descubriendo que les estaba pasando sino darles consignas que tenían que cumplir para mejorarse.
Si desde el modelo teórico el grupo se convierte en un espacio de aprendizaje relacional, a través de las relaciones  que se establecen entre las integrantes  y con el equipo coordinador yo no era capaz en esos momentos de trabajar estos aspectos. Me asustaba cuando sentía que dependían de mi, cuando todas después de terminar de hablar me miraban para que yo dijese algo que pudiera ayudarlas,  no podía hacerme cargo de sus necesidades de dependencia porque no sabía qué hacer con eso, posiblemente porque tampoco sabía qué hacer con las mías.  Estaba en un momento, que al incorporar la perspectiva de género, me veía obligada a reformular este tipo de necesidades, a ponerlas en otro lugar. Me dedicaba a darle instrucciones:
- no os conocéis, los consejos en general no sirven para nada
- no se sabe decir no, se aguanta
- aquí se viene a conocerte tú
- aconsejar tiene que ver con tapar
- el objetivo del grupo es aprender a pensar en una misma

Además de esta situación dentro del grupo terapéutico, en el Equipo el resto de las profesionales  estaban a su vez pensando sobre el tema género y salud mental, con las implicaciones que esto puede llegar a tener en  diferentes ámbitos de tu vida, profesionales y personales. Es importante recordar que al igual que las mujeres que integraban estos primeros grupos estaban muy centradas en el área corporal, en esos mismos años estuvimos de baja laboral, en un momento u otro, casi todos los integrantes del equipo. Dolores osteomusculares, vértigos, bronquitis asmática, ciáticas, etc. También el cuerpo se empeñaba en nuestro caso en mantenernos en la pretarea.

MOMENTOS DE TAREA: LA NOCIÓN DE CONFLICTO

Enrique Pichon-Rivière (1985) define los momentos de tarea “como el abordaje y elaboración de ansiedades y la emergencia de una posición depresiva básica. En la tarea, cuya significación central está en hacer consciente lo inconsciente, el sujeto aparecería con una percepción global de los elementos en juego, con la posibilidad de intervenir sobre ellos…de lo que se trata es de ubicar una noción que englobe, al mirar a un sujeto, su relación con los otros y con la situación”.
El análisis de estos primeros grupos, y la ayuda de Nora Levinton que nos supervisó el trabajo, nos permitió darnos cuenta que una de las principales dificultades que aparecían, entre las integrantes, y en las relaciones con el equipo coordinador y con la tarea, eran la expresión de los conflictos para abordar el tema de la dependencia.
Si entendemos la noción de conflicto como la lucha entre valores y deseos opuestos este fue el primero que tuvimos que abordar. Por un lado, un grupo nuevo donde curarse y aprender nuevas maneras de manejar las necesidades de dependencia, y por otro,  y a pesar de saber que uno de los supuestos básicos es el de dependencia, Wilgfred Bion (1990), yo  no quería ese tipo de relaciones. Tenía una actitud distante que impedía que las mujeres pudiesen vincularse conmigo y esto se agravaba porque muchas de las integrantes  necesitaban sentirse queridas, acogidas. Venían de experiencias relacionales marcadas por las carencias afectivas y podíamos entender que las mismas actuaban  como elementos centrales en la aparición de los síntomas. Mujeres que desde los primeros momentos de las sesiones hablaban de los pocos afectos que habían recibido de sus figuras significativas, sobre todo de las madres:

“yo era la invitada de casa de mis tíos, de mis primos, no era parte de ningún sitio, mi madre me dio el primer beso al nacer mi hija, nunca oí que me quisieran…”
“nos aferramos por necesidad de protección, por necesidad de amo…”
“yo he estado pensando y los primeros problemas que he tenido fueron con 7 u 8 años. Cuando me encuentro con algo que no sé solucionar, me mareo, se me paraliza el cuerpo. Yo era una niña muy discriminada, y mi única forma de llamar la atención era con crisis de llanto y con los mareos… pensaba que me habían metido en un colegio interna porque no me querían”
“mi madre se echó un hombre y nos abandonó”

Mujeres muy poco valoradas por ellas mismas  y por los otros, colocadas como sujeto de necesidad,  donde para avanzar era muy importante que sintieran que yo podía ser empática con ellas y reconocerlas desde su fragilidad.
Desde la distancia que da el tiempo, podría decir que una parte muy importante de la tarea en esos grupos no era precisamente salir de la dependencia sino aprender a pensar sobre cómo las necesidades de dependencia se convierten, en las mujeres, en la motivación central desde la que construimos nuestros vínculos.
La tarea común,  en los 8 grupos que estamos analizando,  fue que las mujeres pudieran ser conscientes de cómo estas necesidades, la de ser queridas, pueden convertirse en la motivación central que organice sus vidas. Que  puedan elaborar que la priorización de esto no es una cuestión meramente individual y que existe una estructura social  que facilita que  las mujeres construyan sus identidades, sobre todo, desde la dimensión afectiva y desde el deseo de ser el objeto de atención del otro. También, que puedan elaborar la frustración y la rabia por lo que no le dieron y no se empeñen en buscar relaciones, sobre todo de parejas, con la finalidad casi única de cubrir esas faltas.

“quiero plantear una cosa ¿no renunciáis a vosotras mismas por los demás?¿sería una mala madre si me voy a tomar café con mis amigas y dejo a mis hijos?.Yo soy muy dicharachera y mi marido, a veces, me da una patada para que me calle”
“yo sé qué puedo salir sin un hombre, y sin embargo en mi casa necesito un hombre”
“porque él no quería que trabajara, además le he tenido que dejar el coche”

Esta tarea, la de aprender a manejar mejor las necesidades de dependencia, se convierte en los grupos de mujeres en un trabajo previo para el  análisis de cómo se constituyeron los deseos propios. Como nos dice Jean Baker Millar (1992, Nora Levinton (2000), Mabel Burín (1996) entre otras, las mujeres se construyen desde el “yo en relación”, priorizando las necesidades de apego sobre otras necesidades y centrándose en el poder de los afectos como elementos imprescindibles en sus vidas. Este deseo de sentirte querida, sobre todas las cosas,  pone en el otro el poder de regularte, convirtiéndote en sujeto de carencia que busca ese amor que te complete y te procure el bienestar.
A lo largo de la experiencia grupal y a través de las relaciones conmigo y con las otras integrantes  pudieron actualizarse las maneras más infantiles de pedir ser querida, siendo el cuerpo, con sus quejas, el vehículo para expresar estas demandas. Pasamos de no querer sentir ni dependencia entre las integrantes ni dependencia con la coordinadora, a que empezaran a establecer lazos afectivos, apareciendo poco a poco el juego de las nuevas  identificaciones: “Yo quiero ser como tú”.
Fue un momento del proceso grupal donde aparece como tema central las relaciones madre-hija, y las diferencias o similitudes entre esas relaciones y las que se tienen con la coordinadora y con las otras integrantes. Si en los grupos previos, las mujeres acudían a las sesiones pero sin llegar a sentir ni a expresar que el grupo era algo suyo, a partir de este momento se hizo visible la pertinencia, los comentarios sobre lo que ocurría en otros espacios cotidianos cuando se priorizaba la asistencia al grupo terapéutico, las referencias a los temas de las sesiones anteriores, la preocupación por las ausencias, el deseo de tener un sitio para hablar de otra manera de los temas que les preocupaban etc. Emergente de estas nuevas relaciones fue un pequeño regalo que una de las integrantes preparó en la última sesión de uno de los grupos.

“tengo aquí una dependencia muy grande. Esto es muy importante para mi, luego me paso dos semanas pensando en mis cosas…yo ayer tenía a los niños malos y pensé que no iba a poder venir, y hoy los he llevado al colegio malos porque no quería dejar de venir”
“me acuerdo mucho de vosotras”
“cuando me pongo nerviosa pienso lo que hablamos aquí…me acuerdo lo que nos dice la coordinadora”.

En estos momentos, una vez elaborados los miedos básicos y establecida una relación de cooperación entre las integrantes y el equipo coordinador, mis señalamientos tuvieron como finalidad explicitar las relaciones entre el grupo interno y el grupo externo, utilizando el aquí y ahora grupal para hacer consciente el tipo de vínculos que llevamos dentro y que condicionan de manera determinante las formas de relacionarnos con los otros. Si en los grupos de pretarea el emergente era el cuerpo ahora el emergente eran los aspectos relacionales y tomar consciencia de que hay otras formas de relacionarse diferentes  a las que se aprendieron en sus grupos antiguos, sobre todo en sus grupos familiares. 
Paso, de nuevo, a exponer algunos fragmentos de sesiones grupales donde empezamos a trabajar con la dimensión relacional:

“Me llamo Carmen, tengo 42 años, soy viuda…en mi casa se hacía lo que él decía y ahora estoy perdida. Cualquier problema para mi es muy grande…siempre me he sentido inferior”
“Me llamo Yolanda, tengo 39 años, desde hace años no estoy contenta con lo que hago. Soy maestra, me casé y no trabajé…los problemas de ansiedad, culpo a mi marido, a los niños, soy muy ordenada, muy limpia. Quiero trabajar pero no puedo, me preocupo mucho por los demás…”
“Me llamo Mª Jesús, quiero tener todo tan perfecto que me agobio yo y agobio a los demás…cuando me fui a casar, me dio una semana antes por pensar que no me quería casar”
“Tengo 42 años, mi problema es que no me gusto, me pasa más en el trabajo”

La imagen que tengo de los grupos, de ese momento, era la de un espacio para crecer, para reparar los temas pendientes, para pensar desde otro lugar sobre tus necesidades, para ser consciente de tu hostilidad, y poder encontrarte contigo misma. Este encuentro se hizo claramente explícito cuando las integrantes pudieron hablar de ellas  y de cómo veían a las otras mujeres, apareciendo un momento de inflexión  con el discurso del Yo:

“a lo mejor me pasé con Rosa… pienso que fue bueno para ver lo pesadas que podemos llegar a ser”
“yo hablo del grupo. Me di cuenta de muchas cosas y luego me sentí mal. La doctora dijo que nos íbamos a sentir culpables y que somatizaríamos. A mi me pasó ¿y a ti Vanesa?
“pues a mí se me ha puesto otra vez lo de la enfermedad en la cabeza…ya lo que hablamos de la envidia y lo demás se me ha olvidado”

Empiezan a establecerse también relaciones entre el malestar corporal y las emociones que aparecen en las relaciones con otras mujeres, la rivalidad, la envidia:

 “yo con los mareos no puedo salir…todas las parejas de los amigos de mi marido trabajan y yo nunca soy capaz de decir que no tengo estudios”
“yo salgo a pasear con otras mujeres y cuando llego vengo mala…”
“una veces me siento muy mala, muy envidiosa y muy celosa”

O con las parejas:

“Es que las personas se cansan. Un día tras otro durante tanto tiempo, siempre quejándote y sin ganas de nada. Yo también he pensado lo que me pasa con mi marido y procuro pasar más de las cosas. El único problema que tengo con él es que cuando me dan los nervios me dan en la garganta y no puedo tragar”
“está relacionado con la insatisfacción personal acerca de mi vida, con lo que hago, también con la relación con mi marido…me siento ignorada, abandonada, hace un año murió mi padre. Envidio a los profesionales como vosotras porque yo no he podido tener mi camino”
“A mi me viene de la niñez, yo le decía a mi madre que no me quería porque le decía a mi hermana que la quería más, dije que tenía un novio que era el que le gustaba a mi madre”
“lo mío viene de mi vivencia familiar, eso ha creado mucho miedo y mucha desconfianza…”
“el sábado estuve bien hasta que se me cruzaron los cables y empecé a pensar que dos chicos se reían de mi”.

También lo que esperaban del grupo, de las integrantes, del equipo coordinador:

“las amistades son importantes, porque yo estoy todo el día encerrada en la casa”
“nos las tendríamos que buscar nosotras”
Coordinadora: “¿cómo pensáis que os podéis apoyar en el grupo?
“me da miedo lo que me puedan decir”
“alguien que te escuche”
“que sean tolerantes, porque a mi en mi casa me dicen que por tomar café los voy a matar”
“hay que decir las cosas de una manera que no caiga mal”
“la experta tendría que decir algo”

Y a medida que se puede hablar de lo relacional, las integrantes aprenden a pensar de otra forma sobre lo que les produce malestar. Cuentan con instrumentos para pensar sobre ellas mismas, sobre lo que sienten, y pueden establecer vínculos entre sus síntomas corporales, y sus dificultades. Analizan aspectos de sus relaciones con los otros y se convierte en tema de interés el aquí y ahora grupal:

Coordinadora: “¿qué se os ha movido cuando habéis escuchado a Belén, Rosa, Mª Jesús y Yolanda?”
“Yo al escuchar a Rosa veo que está metida donde siempre”
“impotencia, no le veo avance alguno. Ganas de hacerla reaccionar. No sé cómo. No me gustaría hacerle daño. Ella dice que piensa sobre lo que hablamos pero no creo que se de”

A partir de este momento de la experiencia grupal donde pueden verse a ellas, a las otras integrantes y al equipo coordinador, empezamos a trabajar la noción de conflicto. Hasta aquí las integrantes y el equipo coordinador hemos hecho juntas un recorrido que se inició con los síntomas corporales y ha pasado por distintas fases:
- la elaboración de los miedos y las resistencias
- el aprendizaje de poder pensar sobre lo implícito
- acogerse desde la realidad de lo que cada una es
- descubrir lo que no te gusta de ti, tus necesidades, tus faltas
- tolerar la frustración que aparece en las relaciones con los otros
- analizar lo que sientes en las relaciones con otras mujeres
- las identificaciones con la coordinadora
Desde la psicología social, Enrique Pichon-Rivière (1985), considera que tras toda conducta “desviada” subyace una situación de conflicto, siendo la enfermedad expresión de un fallido intento de adaptación a la realidad. En estos grupos el conflicto que presentaban la mayoría de las mujeres, estaba relacionado con la lucha entre la parte de su identidad que se había construido desde lo que debe ser una buena mujer y la presencia de la “otra” que dentro de tí no quería atender a ese modelo. 
 “yo sé que algo dentro de mi no está bien…tienes que ir correcto y a mi lo correcto no me gusta”
“tanto moldearme para nada”
“lo último que hablamos fue lo de la llamada de la selva de Carmen ¿no? ¿a qué se refería?”
“hablando de sus relaciones, antes de su marido”
“dijo algo de que se desmelenó, ¿no?”
“sí, que sintió la llamada de la selva. Yo he reflexionado sobre la pregunta de la otra sesión, de por qué cuando hago algo por mí misma, me siento mal y creo que es porque no tenemos seguridad en nosotras mismas o porque dependemos de la aprobación de los demás”
“yo creo que las que más nos censuramos somos nosotras mismas, decimos que es por otra persona, para que no se moleste, pero al final somos nosotras mismas las que creemos que no lo hacemos bien”
“es más fácil dejar la responsabilidad de nuestros actos a los demás”
“a mí es que me han educado para agradar a los demás. Desde los 6 u 8 años, que me fui con mi madre a trabajar, me ha educado para agradar, no había más remedio. Yo cuando quiero a una persona, la quiero mucho y cuando me dan un palo o mala contestación me vengo abajo. Yo necesito que me quieran y querer mucho porque sé que puedo dar. También creo que he dado con gente que no lo ha sabido valorar. Me he pasado la vida intentando agradar. No sé decir que no, nunca, por eso me han pasado muchas cosas. Yo soy capaz de ir a una tienda que me devuelvan menos y no soy capaz de decirlo porque me da vergüenza o si piensan que soy una caradura. Siempre estoy…reprimida…no sé cómo es mi personalidad porque me la ha formado mucha gente. Piensas, y yo ¿qué?. Ahora estoy sacándome el carné, y me está costando horrores. Yo ir a eso y dejar las cosas sin hacer, no. Es una cosa que necesito y que quiero hacer por independencia. Tengo un marido que no entiende de depresiones ni de ansiedad pero no se mete si quiero o no trabajar. Si lo necesitas lo encuentras pero no se acerca si te ve mal. Cuando yo la primera crisis de ansiedad me puse malísima, me asusté mucho y le dije átame que no sé qué soy capaz de hacer. Y él se rió. Me veo como una infeliz y me dice por qué, si no hay problemas, pero él no lo entiende. Si yo me fuerzo a darle lo que necesita pero él no me pregunta, no me dice,…no entiendo que me cueste mucho vivir con 37 años y me dice, hazlo por los niños”.
“necesitamos un hombre que nos ate en corto”

Estas mujeres quieren y no quieren responder a los ideales de lo que debe ser una buena mujer: esposa, madre, ángel del hogar (Ana Távora, 2005). Si el psicoanálisis define el conflicto como la pugna entre fuerzas o estructuras mentales incompatibles, a través del discurso grupal y de las relaciones que se establecen vamos analizando la lucha entre deseos, intereses, valores o modelos de identificación opuestos, legitimando esa parte de ellas que ha estado claramente sancionada.
Un ejemplo de esto es el reconocimiento de su hostilidad, Nora Levinton (2003):

“a mi el grupo me ha servido para superar el miedo. Pienso más en los sentimientos, en el por qué a veces me gusta y a veces no, a saber que soy envidiosa…haces daño con intención…no me ha gustado ver lo malo que hay en mi”.

O los deseos sexuales:

Yo me case como una tabla de salvación, para no ser una cualquiera…”

Y por otro lo conflictos en las relaciones con las figuras de tu entorno, sobre todo los conflictos de ambivalencia (amor-odio):

“le he dejado cuatro mil euros y no me los ha devuelto. Aún así tengo miedo a perderlo…me he rebajado mucho ante él…yo antes tenía ganas de vivir con él, ahora no…con todo mi fuerte carácter me he arrastrado ante él”.

Una vez finalizada esta fase intermedia de análisis y descubrimiento de los conflictos entramos en el final del grupo. Son las últimas sesiones y las mujeres plantean qué va a pasar después : “Mi preocupación es¿ ahora qué?.¿después de esto qué? Solo de pensarlo me agobio”.
Las últimas sesiones son sesiones sobre los proyectos, sobre las nuevas estrategias:

“Lo de los estudios lo he pensado, me gustaría pero estoy a gusto como estoy…he pensado mucho, me conozco mejor, la relación con mis padres…lo he pensado y ahora no me pondría a estudiar. Lo de las amistades también lo he pensado…hablé  con mi amiga que es Licenciada en Bellas Artes, y yo no me acercaba a ella porque pensaba que su conversación iba a ser…no sé…pude hablar con ella bien media hora, pensé no tengo estudios y no pasa nada, hablamos normal.”
“Cuando vine, le echaba un 95% de la culpa a mi marido. La relación con él no es buena, pero yo he descubierto que no estaba bien conmigo, soy muy insegura. Para salir de ahí tengo que poner el cómo en mí…si me siento mal tengo que buscar en mí”

Son también momentos de síntesis de los temas centrales que hemos trabajado en el grupo. Analizamos las diferencias entre ser sujeto de necesidad donde tu vida esta organizada desde tus carencias:

Coordinadora:“venís de un grupo familiar donde habéis sentido mucha falta de cariño y os habéis refugiado en los hombres como una manera de llenar esa falta”
“Es como si nosotras nos hubiésemos negado a crecer”
“Es como que tú estas rogando dame algo, parece como si la trayectoria de la vida es con quien me engancho en vez de decir ¿cómo me lo paso mejor?”

O ser sujeto de interés donde lo que te organizan son tus deseos y proyectos:

“claro tienes que reeducarte y vivir de otra manera”
“Yo me he hecho cómoda…”
Coordinadora “tenéis miedo no sólo a que os abandonen sino a abandonar, como culpa. Es como lo que decíais al principio un hombre que os ate”

Cada integrante se va con nuevas claves para situarse en la realidad, para conocer sus conflictos, manejarlos mejor y en muchos casos poder resolverlos. A veces terminado el grupo las mujeres siguen teniendo relaciones entre ellas, se llaman, quedan para verse. Muchas mantienen esporádicamente las relaciones conmigo, vienen a saludarme, me llaman si se encuentran peor para que charlemos un rato, otras se despiden y no vuelven al equipo.
En estos momentos, uno de los emergentes más significativos de cómo ha sido el proceso grupal son los cambios en el aspecto externo. Como decía una de las observadoras “no parecen pacientes”. Sus cuerpos cambian, traen más colores, están más guapas, se reconocen unas a otras en esos cambios “cada día tienes mejor cara”, y refieren los comentarios que reciben fuera del grupo “me dicen que he cambiado de aspecto”. Se han despedido del cuerpo como vehículo para hablar de sus conflictos, cada vez lo necesitan menos para eso, y empiezan a descubrir nuevas potencialidades.

LOS OTROS PROYECTOS: LA EVALUACIÓN Y LA INVESTIGACIÓN
Para el equipo coordinador, la experiencia de estos años ha sido determinante para profundizar en hipótesis relacionales desde donde entender el sufrimiento y los problemas de salud de las mujeres. Estas hipótesis hemos querido verificarlas, en la medida de lo posible, en diferentes investigaciones:
En la actualidad estamos trabajando sobre “Amor, salud y desigualdad: identidades de género y practicas de mujeres”, Mª Luz Esteban, Rosa Median, Ana Távora (2005), que tiene como uno de sus objetivos estudiar la influencia de la centralidad del amor en el proceso de individualización de las mujeres y en su salud mental. Partimos de la hipótesis de que la importancia del amor en la vida de las mujeres, tal y como está definido en nuestra sociedad, provoca que éstas tiendan a organizar su vida en función del deseo de los otros y no de los deseos propios. De esta forma cuando el amor es central y se da una identificación con los valores dominantes, se potencian sobre todo las necesidades de apego y se ve afectado el proceso de individualización femenina, habiendo un mayor riesgo de trastornos depresivos y de ansiedad.
En dicho proyecto, con el propósito de analizar las relaciones entre la importancia del amor y su estado de salud mental, vamos a estudiar cómo fue el proceso grupal de las mujeres que participaron en alguno de los grupos terapéuticos realizados durante los años 2002-2003-2004.
Además, en la última convocatoria de los proyectos del Servicio Andaluz de Salud todos los profesionales del Equipo de Salud Mental hemos solicitado otro que tiene por título “Los trastornos mentales graves en las mujeres: una aproximación a su comprensión desde la perspectiva de género”. En este proyecto la hipótesis de trabajo es estudiar las relaciones entre la intensidad de la psicopatología clínica y los conflictos de género.
Ambos trabajos nos ayudarán a profundizar en la noción de conflicto y en los factores, internos y externos, que influyen en la construcción de un tipo de vínculos que les impide a las mujeres alcanzar el lugar de sujetos.

CONCLUSIONES

Partiendo de un esquema de referencia centrado en la psicología social y en la perspectiva de género, y de nuestra experiencia durante 8 años con grupos de mujeres, queremos plantear como hipótesis: que las mujeres que consultan a los dispositivos de salud mental tiene un alto nivel de sufrimiento porque no son conscientes de sus conflictos de género. Creemos que son mujeres que por sus características individuales, han valorizado los mandatos de género como ideales que las orienten en la construcción de su identidad,  y que a su vez una parte muy importante de ellas no han querido seguir este ideal. El conflicto ha permanecido tan implícito que no han podido ni estar contentas con el cumplimiento de los deseos impuestos: casarse, tener hijos, ni atreverse a construir otros. Los síntomas referidos al área corporal se convierten en el emergente de lo no percibido, un cuerpo que se queja como el de una niña pequeña para buscar cariño, apoyo, atención, ser elegida entre las hermanas. Un cuerpo que enferma para poder decir que no a los imperativos, para darle salida a la insatisfacción,  y  también un cuerpo que se queja como posibilidad de descubrir otros caminos.
En resumen, la creación de un espacio grupal diferente a sus grupos antiguos, hizo posible aprender nuevas formas de relacionarse y nuevas formas de construir los deseos. El cuerpo deja así de ser el vehículo para expresar estas necesidades y conflictos.
Si seguimos a E. Pichon-Rivière (1985) cuando  plantea que dentro de cada grupo existe una espiral dialéctica, donde nos encontramos con un existente, el señalamiento, y un nuevo emergente, el primer existente fue el cuerpo y sus molestias. Posteriormente y a partir de los señalamientos, se hizo explícito que el discurso en el área corporal era una manera de expresar las carencias y las necesidades de afecto, apareciendo como tema central las relaciones madre-hija y las parejas como figuras de apego, son momentos de mayor dependencia entre las integrantes y el equipo coordinador y esta situación permite aprender otras formas de relacionarte donde no estén únicamente priorizadas las necesidades de apego. Finalmente las mujeres, una vez reformuladas sus necesidades de dependencia, y sin tanta necesidad de los otros, pueden mirarse a ellas mismas, ser conscientes de sus conflictos, de sus potencialidades y capacidades,  tomar pequeñas o grandes decisiones  y  abrirse a  nuevos proyectos.

BIBLIOGRAFÍA

BLEGER, José. (1989). Simbiosis y ambigüedad. Barcelona: Paidós, pp. 237-250.
BLEGER, José. (1985). Temas de Psicología (Entrevista y grupos). Buenos Aires: Nueva Visión.
PICHON-RIVIÈRE, Enrique. (1978). Temas de Psicología Social, vol. 2, nº 2, pp. 11-20.
TÁVORA Ana (2001).”El genero y los esquemas de referencia en salud mental”. En MIQUEO, Consuelo. et al., (ed). Perspectivas de género en salud. Fundamentos científicos y socioprofesionales de diferencias sexuales no previstas. Madrid. Minerva.
SÁEZ, Carmen. (1993). “Socialización de genero y psicopatología: una hipótesis para la reflexión”. En GONZÁLEZ DE CHÁVEZ, María Asunción, (ed.). Cuerpo y subjetividad femenina. Salud y género. Madrid: Siglo XXI.
PICHON-RIVIÈRE, Enrique. (1985). El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social Vol I. Buenos Aires: Nueva Visión: pp.33-36.
BAULEO, Armando. (1987). “Interrogantes surgidos cuando se realiza una organización de servicios”. En BAULEO, Armando. Notas de Psicología y Psiquiatría Social. Madrid: Atuel S.A, p. 26.
BION, Wilgfred. (1990). Experiencias en grupos. Barcelona: Paidós.
BAKER MILLAR, Jean. (1992). Hacia una nueva psicología de la mujer. Barcelona: Paidós.
LEVINTON, Nora. (2000). El superyó femenino. La moral en las mujeres. Madrid: Biblioteca Nueva.
BURÍN, Mabel. (1996). “Género y psicoanálisis: subjetividades femeninas vulnerables”. En BURIN, Mabel; BLEICHMAR Emilce Dio, ED. (eds.). Género, psicoanálisis y subjetividad. Buenos Aires: Paidós.
TÁVORA, Ana (2005). Pensando sobre los conflictos y la salud mental de las mujeres. Conferencia pendiente de publicación por la Diputación de Málaga. Área de la Mujer.
LEVINTON, Nora. (2003). “Mujeres y deseo de poder: un conflicto inevitable”. En HERNANDO, Almudena. (ed). ¿Desean las mujeres el poder? Cinco reflexiones en torno a un deseo conflictivo. Madrid: Minerva.
ESTEBAN, María Luz, MEDINA Rosa, TÁVORA, Ana. (2005). Amor, salud y desigualdad: identidades de género y prácticas de mujeres. Madrid: Proyecto I+D en curso

* Ana Távora es psiquiatra. Granada.


Para descargar este fichero, haga clic en el enlace abajo. O si prefiere guardarlo, haga clic derecho sobre el enlace y elija "Guardar destino como..."

elcuerpo-Atavora1

elcuerpo-Atavora2

 

Volver a Nº 11