Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

Publicaciones

L. Montecchi y A. Valeri: Grupo e Institución


(Enlace al pie del texto para bajar este archivo)

 

Grupo e Institución  (I y II)

Leonardo Montecchi y Annalisa Valeri

 

Euforión:

Los que parió esta tierra
de peligro en peligro,
con ánimo sin límites,
derrochadores de su propia sangre,
y con mente sagrada
que no puede empañarse,
y todos los que luchan,
tengan noble ganancia.

                                                                           (J. W. Goethe, Fausto II, acto tercero: Arcadia)                                             

Métodos

Retomemos este tema como un problema y probemos a desarrollarlo como un concepto que se construye, se fabrica, en la experiencia.
Entonces, como siempre, es necesario partir de la experiencia, pero no de una experiencia sin teoría, sino de la concretización en una situación específica de elementos abstractos derivados, a su vez, de experiencias precedentes.
Se trata del método praxis – teoría – praxis que Antonio Gramsci llamaba filosofía de la praxis, y que Ch. S. Peirce definía como pragmaticismo, para distinguirlo del pragmatismo en el cual prevalece el aspecto empírico e inductivista. Nosotros, por el contrario, nos basamos en hechos concretos desde los que construimos hipótesis, o abduciones, para componer dispositivos de intervención.
Este método desarrolla esquemas de referencia que se vuelven operativos en la medida en que se aplican en las situaciones concretas, siguiendo siempre el método concreto – abstracto – concreto del que habla K. Marx.
Estos esquemas o ECRO, como los llama Pichon-Rivière, constituyen el código genético de la Concepción Operativa de Grupo (COG), y en este trabajo tratamos de aplicar un nuevo giro de espiral para alimentar con nuevas experiencias su arquitectura conceptual.
Gracias a la epistemología convergente, probaremos a recombinar  este código genético para insertar en él los nuevos conceptos fabricados en la praxis.
Este método compone figuras fractales que dan cuenta de las experiencias concretas en un cambio continuo, una dinámica en la que es reconocible un rastro, una parrilla conceptual, podría decir Bion, que es capaz de renovar continuamente su propio núcleo constitutivo de pensamiento viviente en cada manifestación.
Se trata de una espiral logarítmica que se desarrolla indefinidamente tanto hacia el interior como hacia el exterior. La curva continua enroscándose en torno a un punto sin alcanzarlo nunca.
Se forma así una figura igual a sí misma en la que una parte es igual al todo.
Ya Bleger, en su Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico, puso en evidencia la muy estrecha relación existente en la “situación analítica”, como él la llama, entre proceso y encuadre.
Como es sabido, Bleger considera que para que pueda darse un proceso es necesario un “no-proceso”, es decir, un marco de estabilidad que para él está representado por el “encuadre” de la sesión. El término inglés usado a este fin es setting.
Por setting analítico, desde el artículo de Freud Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico, se consideran las reglas que se refieren a los horarios y honorarios, los espacios y los tiempos de la sesión, los roles y el fin o los fines del análisis.
Para Bleger estos elementos constituyen unas variables que se fijan a fin de evidenciar un proceso analítico. Estas “variables independientes” constituyen un marco que delimita un campo interno en el que se desarrolla la dinámica de las “variables dependientes” del campo. Básicamente, las reglas se transforman en el fondo, como en la teoría de la Gestalt, del cual emerge una figura que es la dinámica de la relación analítica y que permite relacionar una sesión con otra.
Esta propuesta de Bleger se aproxima a los análisis de Goffman y del interaccionismo simbólico sobre la función de los “frame” en la comunicación, y si queremos, el encuadre psicoanalítico que define la “situación analítica” constituye, en el lenguaje de Alfred Schutz, una “provincia de significado”.

Uno de los puntos fundamentales de una nueva epistemología es justamente la relación entre proceso y no-proceso. Se trata de una relación relativa.
La tierra firme es firme para el mar, pero el mar está firme para el pez.
Se trata de distinguir en el soporte del signo entre substrato y estado, o vehiculum y significatum. En el sistema perceptivo y neurológico tenemos un substrato que asume estados, por ejemplo, una sinapsis que se activa o se desactiva. El estado es activado/desactivado, el substrato es lo que queda fijo (el no-proceso).
En el computador tenemos los núcleos magnéticos que asumen el estado 0/1. Esta organización de la materia (¡de la materia!) está en condiciones de registrar y cancelar, y por ello transmitir formas. Así, el agua asumiendo un estado definido por la amplitud de la onda y por su longitud asume una forma.
Quedan por indagar las operaciones sobre las formas, las relaciones entre las formas. Y queda por indagar la transmisión de energía, porque la forma requiere y transmite energía, y el aspecto energético del signo es un campo ignorado por la semiótica, pero quizá no por el psicoanálisis (Comentario de Giampaolo Proni).

Estas reglas que se instituyen continuamente, tanto que Georges Lapassade habla en este sentido de “instituyente ordinario” para definir el aspecto instituyente continuamente en acto en la “definición de una situación”, se convierten en el depósito de las ansiedades persecutorias y depresivas.
Elliott Jaques, en su clásico trabajo Los sistemas sociales como defensa contra la ansiedad,  ha demostrado que las reglas institucionales funcionan como continente de las ansiedades psicóticas de base. Por ejemplo, las reglas que definen la situación “funeral” contienen la ansiedad depresiva, el miedo a perder la presencia, como dice Ernesto de Martino. Estas reglas caracterizan una institución y su funcionamiento mudo, y definen ciertos espacios internos que modulan las actividades de intercambio simbólico y libidinal de una serie de sujetos.
Las normas y las costumbres se ensamblan entre ellas y vienen a configurar una máquina, es decir, un conjunto de partes biológicas, lingüísticas, corporales, materiales que, a diferencia de una estructura que se nos presenta como atemporal, están conectadas en un tiempo determinado, tienen una duración y excluyen la posibilidad de crecimiento de una subjetividad que pueda rechazar a la máquina, que pueda transformarla en otra.
El concepto de máquina es propuesto por Félix Guattari y debe ser puesto en paralelo al concepto de dispositivo utilizado por Michel Foucault. El dispositivo o los dispositivos son el conjunto de diferentes reglas que se refieren a la circulación de la sexualidad, del dinero y del poder y que están en condiciones de cortar los flujos deseantes que atraviesan la máquina o las máquinas en diversos puntos.
Un dispositivo que se organiza en diversos contextos, puede interpretar una demanda de cambio de un flujo deseante a través de un diagnóstico operativo que saca el flujo de un contexto residencial y lo incluye en uno semiresidencial. Por ejemplo, el dispositivo en el que trabajamos se articula en un contexto ambulatorio en el que la demanda de cambio puede ser interpretada proponiendo el ingreso en un contexto residencial, como la comunidad terapéutica, o en uno semiresidencial como el centro diurno.

Entonces, volviendo a nosotros, J. Bleger ve en el setting un aspecto de aquella institución, que en seguida definirá como “grupo de grupos” para evidenciar sobre todo el aspecto de la subjetividad y de la dinámica, y no para centrarse en el aspecto de las normas y de las costumbres “instituidas”.
El artículo de Bleger es posterior a la experiencia de 1962 en Royaumont (Francia) realizada por Georges Lapassade durante un curso de formación en la Mutuelle etudiante des etidiantes de France (MNEF) que había visto emerger la dimensión institucional escondida en la dinámica de los grupos.
Los participantes en aquella experiencia, que se habían reunido para aprender el grupo con la modalidad del T-Group de K. Lewin, cuestionaron las reglas que permitían el desarrollo de la experiencia, es decir, los horarios, los tiempos, los fines y los roles; en términos blegerianos cuestionaron el encuadre, el aspecto silencioso, las variables independientes. Básicamente, pusieron en evidencia el aspecto institucional escondido en el fondo de la experiencia.
Esta experiencia vio el nacimiento de la autogestión pedagógica, cuyo instrumento fundamental, como es fundamental en el análisis de cualquier institución, es la asamblea general que hace emerger los aspectos latentes.

Esta introducción ha sido necesaria para situar la institución y el grupo, del que somos respectivamente coordinador y observador, en la Comunidad terapéutica de Vallecchio di Montescudo, en Rimini.
Desde esta praxis operativa hemos analizado en el año 2005 los textos de las observaciones del grupo, para definir los emergentes sesión a sesión. Hemos  trabajado sobre el proceso de más de un año de grupo junto a la Doctora Rosita Guidi.
Mientras trabajábamos sobre el material surgido y reflexionábamos conceptualmente sobre la experiencia considerada, el grupo continuaba desarrollándose y produciendo nuevos materiales. También este nuevo material ha servido de base para una ulterior reflexión, que continúa mientras está realizándose el grupo: praxis – teoría – praxis. Los dos procesos, es decir, análisis del material producido por el grupo y producción continua del grupo, van en paralelo y se influyen recíprocamente.
Discutiendo con Armando Bauleo nos hemos dado cuenta de que este método puede parecer demasiado explicativo, como si no existiera aquélla dialéctica, como si todo fuese explicable, un error de un cierto materialismo dialéctico que se reencuentra en Bleger, y también del psicoanálisis que cree poder explicar todo con el pasado. No es así, también en este trabajo el caso o mejor el caos es dominante, nosotros buscamos sólo establecer hipótesis sobre unas configuraciones posibles, tanto con la escritura como con las imágenes, que constituyen parte integrante de nuestro trabajo.
La claridad no agota lo oscuro, pensamos que algo faltará siempre y deberá siempre faltar, no hay una explicación total. La existencia de lo ignoto y de lo incomprensible es la esencia de la naturaleza humana, quizá una cierta aproximación viene de los versos de San Juan de la Cruz:

Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo

La Institución

La Comunidad Terapéutica de Vallecchio nace en 1984 dentro de un movimiento que se origina en la ciudad de Rimini en 1977.
Son los años en los que algunos operadores socio-sanitarios del servicio público comienzan a interrogarse sobre el fenómeno de la drogodependencia, sobre el impacto que el problema tiene en la comunidad, sobre las modalidades terapéuticas de intervención más adecuadas.
Para conocer tal fenómeno los operadores deciden aproximarse al campo, conocer a los drogodependientes, hablar con ellos y preguntarse juntos por las causas y por las posibilidades de curación. Es desde la plaza que se parte para sensibilizar a la comunidad respecto al tema, con una manifestación en la que participan miles de personas en Rimini en 1980.
El intento era el de movilizar a la ciudad respecto a una actitud de delegación, pasividad y negación, porque en la ciudad de Rimini estaba vigente el estereotipo de la “isla feliz” donde no existían las contradicciones de las grandes metrópolis. Este estereotipo convenía a la industria turística, porque los hosteleros pensaban que admitir la existencia de un grave problema de drogodependencia de heroína en el lugar podría asustar a los turistas.
Para romper este estereotipo se hizo necesaria una fase de movilización basada en la información directa a la ciudadanía del número creciente de drogodependientes de heroína que se dirigían al Servicio correspondiente.
Podemos definir ésta como una fase instituyente, en la que “expertos” y drogodependientes reflexionan juntos sobre cómo afrontar una problemática compleja en la que se entrecruzan modalidades de pensamiento diferentes, deseos, desafíos, conflictualidad. En esta fase se busca la participación activa de la ciudadanía, se rechaza la idea de que la drogodependencia sea un fenómeno situado fuera del contexto y de las dinámicas sociales.
El camino que se toma es el de crear contextos terapéuticos dentro del territorio, sin separaciones o cierres, en ósmosis con la ciudad. Se define un “modelo” de intervención terapéutica entendido como el “conjunto de prácticas basadas en la utilización de un esquema de referencia” (Bauleo en Cambiar: el modelo operativo del SerT de Rimini) nunca definitivo y en continuo movimiento.
Entre las varias intervenciones terapéuticas de aquellos años, se fundó la Comunidad de Vallecchio, que nace de la colaboración entre diversos operadores y seis drogodependientes que aceptan por vez primera el programa residencial. La estructura está pensada para las personas más problemáticas, para quienes las terapias en ambulatorio no son suficientes. La institución que nace es, pues, un producto de la acción, como dice Deleuze, de la fase instituyente.
La Comunidad se modifica con el tiempo, reflejando las transformaciones de la drogodependencia y la multiplicidad de las problemáticas. Después de una supervisión en los años ´90, por ejemplo, se abre a las parejas drogodependientes, acogiendo y tratando de gestionar las dinámicas que tal cambio comporta. El intento es evitar la institucionalización de la estructura, manteniendo viva la relación dialéctica entre la realidad externa y las modalidades de cuidado institucional.
En el año 2000 realizamos una reflexión sobre los profundos cambios de la drogodependencia, sobre las situaciones extremadamente complejas que se presentan, sobre las co-morbilidades psiquiátricas que cada vez más frecuentemente llegan a los contextos residenciales, siendo de difícil gestión a nivel ambulatorio.
Para responder a estas exigencias nace el Centro de Diagnóstico y Terapia Breve. El CDTB se transforma en el 2006 en COD  y se estipula el objetivo de determinar las problemáticas específicas de la persona y definir las modalidades de intervención terapéutica más adecuadas. En general se establecen los recorridos a seguir en cada caso concreto, y el ojo con el que se observan los fenómenos recuerda más el de una clínica que el de una comunidad terapéutica.
Por otra parte, sin embargo, se sigue considerando de fundamental importancia el aspecto de la socialización en el COD y el grupo constituye un instrumento terapéutico imprescindible.

El grupo

El grupo terapéutico nace con la primera formulación teórica del proyecto del COD, como instrumento que permite trabajar sobre la motivación para el proceso terapéutico y sobre los conflictos que pueden surgir durante la permanencia en el Centro con los otros usuarios y con los operadores.
El grupo, coordinado según la Concepción Operativa, se estructura como un espacio dentro de la institución, un “otro” espacio discriminado del espacio de la institución misma. Sin embargo la institución presiona sobre el grupo volviendo dificultosa la discriminación del espacio de cada uno.
El espacio físico del grupo, por ejemplo, es un comedor, en el que además se encuentra la máquina del café, al que algunas personas acceden durante la reunión del grupo. Se utiliza un altavoz situado dentro de la sala para llamar a los usuarios, por lo que “entra” en el espacio grupal. Las posibilidades de boicotear tal espacio vienen dadas, entonces, por la mezcla de los espacios físicos y pueden darse tanto por parte de los usuarios como por parte de los operadores.
El tiempo del grupo ha sido definido desde el inicio en una hora y media, desde las 14,15 a las 15,45 horas.
Sobre el tiempo, como sobre el espacio, se juegan las resistencias de los miembros del grupo, que pueden entrar, salir, llegar tarde o irse antes de terminar.
Los roles están definidos por la aplicación de la Concepción Operativa, por lo que hay un coordinador que señala e interpreta los obstáculos cognitivos y afectivos que el grupo encuentra en el trabajo sobre la tarea, y un observador que anota lo que sucede en el grupo pero no interviene.
La tarea es la elaboración de la motivación para la terapia.

La relación entre setting grupal y setting institucional ha sido analizada por diversos autores. En particular, Marta de Brasi ha señalado cómo la tarea grupal y la institucional pueden ser convergentes o divergentes. Durante el proceso grupal puede surgir una divergencia entre grupo e institución y en este caso se produce un conflicto con todas sus consecuencias. El caso examinado por Marta de Brasi se refería a una intervención en la Nicaragua post-revolucionaria, para precisar las tareas en un consultorio.
Otro trabajo interesante para nuestro propósito, es el de R. Picciulin y C. Bertogna referido a la comunidad terapéutica “la Tempestad”, de Gorizia. Los autores ponen en evidencia, siguiendo a Bleger, cómo la institución se organiza simétricamente a la problemática que debe atender. En el caso examinado por ellos, el setting institucional de la comunidad tenía aspectos indiscriminados  con el setting del grupo terapéutico y producía una simbiosis típica de la dependencia patológica, caracterizada por un núcleo simbiótico indiscriminado que se proyecta y es depositado en las estructuras institucionales.
Además, evidencian un conflicto irresoluble entre la regla del grupo terapéutico: “decir todo aquello que pasa por la mente” y la implicación institucional, que se manifestaba concretamente en las consecuencias sobre el programa terapéutico (prolongación, expulsión u otra medida) cuando un integrante del grupo hubiese revelado, por ejemplo, consumir heroína.

Cuestiones de setting

En nuestra experiencia se ha instituido otra regla de setting que se refiere a la libertad para participar en el grupo.
La tarea del grupo se ha venido precisando con el tiempo, ha habido un proceso de profundización que ha revelado aspectos latentes, por ejemplo ha venido siendo cada vez más claro que el “polo de atracción”, que produce la forma fraccionada o fractal del grupo es la motivación para la terapia, que contiene en sí la disponibilidad para el cambio y las consiguientes resistencias.
Esta tarea levanta una gran cantidad de ansiedad que se proyecta sobre el setting. Continuamente el setting es atacado de diversas maneras, se ataca el rol del coordinador al que se pide que se convierta en líder y ordene la sesión tomando el poder, decidiendo la temática, el orden y el tiempo de las intervenciones, y también diciendo claramente quién tiene razón y quién no la tiene. Se le pide asumir el rol de “duce”  que ponga fin al caos grupal, violando las reglas del encuadre y decidiendo la reducción del tiempo de la sesión o su aumento, se le pide juzgar y guiar al grupo.
En sustancia se pide que el coordinador haga el trabajo del grupo que, así, permanecería en el supuesto de base de dependencia, tan bien descrito por W. Bion.
En nuestro caso, la presencia de un equipo (coordinador y observador) nos ha permitido contener estos ataques al setting que hemos podido observar y naturalmente vivir, como observadores participantes, un poco como cuando una marejada se desencadena contra los espigones de un puerto, como en La Habana, sobre el Malecón, donde se estrellan las olas del océano.
Este aspecto se refiere a la contratransferencia del equipo de coordinación (coordinador y observador).

En particular, en la estabilidad de este grupo juega un rol importante la implicación institucional. Se entiende con este término el grado de implicación con la institución en la que se está operando.
René Lourau, en La llave de los campos, ha clarificado cómo la implicación institucional es un continuum y se mueve desde una desimplicación a una sobreimplicación, según una curva en forma de campana. En nuestro caso uno de nosotros está más desimplicado porque proviene de otra institución, la Azienda Unitá Sanitaria Locale di Rimini, y aunque participa en el equipo terapéutico no depende de la cooperativa que gestiona el COD. La otra terapeuta está más implicada porque depende de la cooperativa y trabaja como psicóloga dentro del Centro.
La libertad de participación es, pues, una regla de setting que se ha establecido dos años después del nacimiento del grupo, siendo implícito para todos los miembros, pero no para el coordinador, que la participación en el grupo, como en las demás actividades terapéuticas, era obligatoria. Inicialmente el objetivo ha sido el de proteger a algunos usuarios en dificultad por los procedimientos o medidas relativas a las normas institucionales, que se habrían disparado automáticamente para quien no hubiese participado en el momento terapéutico. Se ha definido “otra” regla respecto a la institución, que discrimina el espacio grupal en el que las personas pueden participar o no libremente, decir sus propias opiniones, discutir, enfadarse sin temer necesariamente las consecuencias.
De todos modos, es claro que pensar en una libertad completa del grupo respecto a la institución es inverosímil. Las dinámicas de la institución atraviesan constantemente al grupo.
Una operadora de la estructura participa en la terapia grupal, lo que conlleva fantasías sobre cómo el material producido es llevado fuera y utilizado.
La institución está dentro del grupo.
Como regla de setting la libertad de participación no ha sido decidida por los usuarios, sino que ha sido establecida por el coordinador, que aplicando la Concepción Operativa, paradojalmente obliga a la libertad. Tal regla es continuamente atacada por los miembros del grupo que desearían su obligatoriedad. Las personas se lamentan de esta norma y querrían que el coordinador hiciese sentir su autoridad llamando a todos a participar en el grupo.
La regla, en efecto, los coloca permanentemente frente a la elección de participar o no, responsabilizándolos sobre la posibilidad de ser agentes activos de su propia terapia. La libertad se estructura entonces como un obstáculo a la delegación y a la dependencia. Quien viene al grupo, o quien no viene, tiene un motivo para hacerlo.

Procesos grupales

Es muy importante mirar cómo se estructura cada tanto el grupo. Considerar quién participa, quién no viene, quién se va, deviene emergente de una dinámica latente en el grupo ligada frecuentemente a los aspectos institucionales.
En este sentido es importante el concepto de latente institucional, propuesto por R. Lourau, que hace referencia al aspecto instituido, que juega un rol de resistencia en el trabajo del grupo, pero también es importante el concepto de institución latente propuesto por A. Bauleo, que, por el contrario, se refiere más al aspecto instituyente.
En efecto, el grupo operativo, atraído por su propia tarea, sea manifiesta o latente, en la medida en que comienza a funcionar, produce un desenmascaramiento de las complicidades institucionales. Se podría decir que las pertenencias institucionales funcionan como resistencias en el pasaje de la pretarea a la tarea. En este sentido, el grupo operativo opera una subversión respecto a la institución, precisamente porque su funcionamiento, su dinámica, libera, por así decir, a los propios integrantes de los muros imaginarios de sus pertenencias institucionales (las profesiones: soy profesor, soy médico, soy psiquiatra, soy psicólogo, soy educador, etc., pero también las patologías: soy maníaco depresivo, soy dependiente de heroína, soy borderline, etc...) para introducirlos en el espacio grupal, en el que se puede producir una nueva subjetividad.
La ilusión grupal (el término es de Anzieu) es el elemento subversivo del grupo operativo porque puede permitirles transformarse de grupo objeto (como diría Guattari) así como está instituido sobre el papel por parte de la institución, en grupo sujeto, imprevisible en su dinámica potencialmente antiinstitucional, en tanto portador de elementos instituyentes.
En este pasaje juega un rol decisivo la circulación de los flujos libidinales que permite emerger una producción deseante, el motor de cambio de la institución misma. Una de las problemáticas surgidas en el análisis del proceso grupal, dentro del COD, es la dificultad de coexistencia de discursos y comportamientos diferentes de la dependencia de sustancias, que tiende a ocupar todo el espacio-tiempo grupal, aplastando y anulando todo lo demás. Se puede pensar que los discursos y los comportamientos que rompen radicalmente este estereotipo son ignorados, negados o normalizados por el temor que suscitan a los integrantes del grupo.
La dependencia de sustancias puede ser considerada una problemática que tiene un origen externo: “el problema no soy yo, sino la heroína, la cocaína, el alcohol, los fármacos dentro de mí. Si los elimino, me curo”.
Es un estereotipo basado en la idea de posesión: soy preso del “demonio de la droga”. Cada demonio tiene su nombre (coca, éxtasis, etc.) y hay una expectativa exorcista basada en la expulsión del demonio. La idea de que la expulsión de la sustancia coincida con la curación forma parte del estereotipo grupal, y está identificado con el tiempo necesario para la dosificación gradual de los fármacos (metadona, buprenorfina, benzodiazepina).
Este estereotipo se completa con la idea de que el demonio al que es necesario convencer para dejar el cuerpo se llama “abstinencia”. En efecto, la abstinencia posee al “adepto” al culto de la sustancia, cuando la sustancia no reside en el cuerpo. Y es la abstinencia la que produce los comportamientos típicos del dependiente de sustancias. En esta visión, conforme va disminuyendo la sustancia en el cuerpo aumenta el “demonio” de la abstinencia en la mente.
En el grupo nos encontramos siempre frente al pedido de un exorcismo de la abstinencia: nos es atribuido el poder mágico de aplastar a este demonio. A veces surge imperiosamente la pretensión de una solución inmediata, catártica, de esta “posesión de sustancias”. Esa idea es para nosotros una resistencia al trabajo terapéutico y a la toma de conciencia, pero es también un punto de partida. La aceptación del rol de “señor de las drogas” al que obedecen todas las abstinencias es un pasaje necesario. El objetivo que la persona se marca (por ejemplo, dosificar gradualmente la buprenorfina) es el punto del cual se parte para comenzar a trabajar.


Estereotipos

Para la concepción operativa de grupo el estereotipo es una forma de pensamiento rígido y repetitivo que impide el aprendizaje de la experiencia.
El objetivo que la persona se marca puede ser representado por uno de estos estereotipos:
Sano si dejo los fármacos
Sano si encuentro el amor
Sano si cumplo el castigo, etc.
La explicitación de los estereotipos, no siempre claros al principio, permite la elaboración de la motivación real para la terapia. Son motivaciones frecuentemente alejadas del motivo por el cual un servicio ha remitido al sujeto: permitir una observación que haga posible un diagnóstico, motivar el proceso terapéutico, etc.
Consideramos que la libertad de participación en el grupo facilita la explicitación de las motivaciones reales para el proceso terapéutico, porque en un espacio grupal en el cual el coordinador no tiene tareas normativas, es posible expresar también ideas “inconvenientes” respecto a la institución y sus reglas. Sólo aliándonos con las motivaciones reales podemos trabajar y favorecer una eventual elaboración de la motivación hacia una mayor conciencia de los propios problemas.
Un elemento que se esclarece entonces es que cuando no está clara la propia motivación es mucho más precaria la posibilidad de concluir el tratamiento en el COD. Sucede, por ejemplo, que para algunas personas, para las que no está prevista una desintoxicación por fármacos o por sustitutivos de la heroína, enviados por el Servicio para un fin diagnóstico y para elaborar un proyecto terapéutico, la aceptación en el Centro es a riesgo. Por lo que venimos diciendo, hemos reflexionado entonces sobre la necesidad de un objetivo claro y compartido, para un buen resultado del programa terapéutico.
Los tratamientos se han estructurado siempre teniendo en cuenta objetivos concretos, simples, así como tiempos definidos, consensuados en la mayor medida posible. Si al inicio de la historia del COD en caso de necesidad práctica (dificultad de recolocación en el territorio, de reinserción en la familia, etc.) hemos prolongado el tiempo de permanencia, a la larga nos hemos dado cuenta que estos procesos podían concluir con un fracaso, porque no se había tomado en la debida consideración la motivación de quien decía querer permanecer en el COD, ya que profundamente se percibía en una situación de bloqueo y ausencia de proyectualidad. Reflexionar sobre los elementos producidos por el grupo terapéutico nos ha permitido aportar algunas modificaciones también a nivel institucional, nunca definitivas obviamente, por lo que del grupo como instituyente ha habido repercusiones sobre todo el COD, que a su vez influencia al grupo con una modalidad circular abierta y en espiral.
Así el grupo operativo se convierte en un grupo operativo productivo, como dice A. Bauleo.

Destinos

Del análisis de la historia del grupo emerge la idea de destino como uno de los estereotipos de base.
La idea estereotipada de destino está caracterizada por la compulsión a repetir la propia historia y la de los propios padres, sin posibilidad de cambio, de desviación de un camino marcado.
Esto es para nosotros un estereotipo de base, un obstáculo al trabajo terapéutico, el más complejo entre los surgidos, aparentemente inatacable en su rigidez.
Si uno no se puede sustraer a un destino marcado, poco vale el análisis de sus propios problemas, la motivación para el cambio. Para nada sirve empeñarse, trabajar. Todo lo más, cabe esperar un golpe de suerte que venga desde fuera, que no depende de nosotros. Justamente, en la antigua acepción latina de fortuna: “fortuna imperatrix mundi” en el que la fortuna es el hecho, el destino está determinado por los astros.
Parece manifestarse concretamente el aspecto “demoníaco” de la compulsión a la repetición de la que habla Freud en Más allá del principio del placer. Como es sabido, Freud vio en la Wiederholungszwang un automatismo de repetición que constituye la raíz de todo síntoma y que es la esencia del estereotipo. En la metapsicología del último Freud, la necesidad de repetir una experiencia desagradable violaría el “principio del placer” que gobierna toda pulsión y delinearía la pertenencia de la compulsión a la repetición al grupo de pulsiones que reúne bajo la denominación de Tánatos, es decir, el instinto de muerte. En el grupo este “instinto” se evidencia como la fuerza contraria al agrupamiento, a la construcción de vínculos grupales. En sustancia es una resistencia narcisística a la circulación libidinal entre los integrantes del grupo, que impide al grupo mismo ser productivo. La compulsión a la repetición emerge con la fuerza del individuo que se dirige a sí mismo totalmente interesado en contemplar su propio ombligo: la mónada de Leibniz, sin puertas ni ventanas.
Esta situación, en la cual el grupo interno de los integrantes prevalece sobre la realidad del grupo externo, es la condición en la cual las fantasías individuales atan el flujo libidinal e impiden su circulación. Los integrantes están sentados en el grupo y aparentemente se miran los unos a los otros, pero no hay ninguna interacción, domina la idea de la repetición de las propias vivencias individuales, existe la fantasía no explicitada del mito de Sísifo.
¿Por qué esforzarse aún en llevar la piedra a la cima de la colina, cuando ya sé que la piedra rodará al valle y deberé recomenzar eternamente esta condena?.
Algunos emergentes del grupo en este sentido:

“está sucediendo la misma cosa... mis padres han tenido sus dificultades y yo he crecido así y mi hija igual... una cadena que no se rompe”

“lo conozco y lo reconozco, hecho y rehecho cientos de miles de veces”

“¿Por qué nos pruebas si ya sabes que fracasaremos?”

Creemos haber discriminado este mito como resistencia a la tarea, el mito individual en el que todo se repite.
La situación, en este caso, nos aparece como si los integrantes estuviesen sentados con la cara hacia el exterior del grupo dándose la espalda. Es en esta situación de dominio narcisístico, en la que el propio grupo interno absorbe el investimiento libidinal, que se pueden abrir puentes para permitir la creación de vínculos con los coordinadores, con los otros integrantes y con el fin o los fines del grupo.
Entonces las mónadas comienzan a abrirse y los diálogos, que frecuentemente recuerdan los dramas de Bekett, se abren al conocimiento del aquí y ahora para intuir que la repetición no se produce de un evento originario, inicial, del cual las repeticiones serían sucesivas copias. El evento originario, por ejemplo un trauma, una violencia sufrida, un duelo o un abandono, en suma una causa con una cadena de consecuencias, se convierte en mito y por tanto imposible de modificar en tanto pertenece a otro orden lógico. Este mito originario o mito del origen, produce la cadena de las repeticiones a la que nadie puede escapar. Así, se repite continuamente el evento originario mítico que no puede nunca ser cambiado, y en este caso la repetición es una repetición en negativo, una continua serie de copias cada vez más imperfectas que el original.
La intuición del aspecto afirmativo de la repetición, como dice Deleuze, rompe con la idea de un hecho, de un evento, de un origen mítico e inmodificable de la repetición, porque abre el destino a las posibilidades y por tanto a la libertad de la repetición. La repetición diferente no tiene ningún origen, es un flujo abierto, afirmativo.
Como dice Nietzsche es necesario querer el eterno retorno de lo igual:

´Ahora me muero y extingo y al instante seré una nada. Las almas son tan mortales como los cuerpos.
Mas retorna el nudo de causas del que estoy prendido; ¡este nudo me volverá a crear! Yo mismo figuro entre las causas del eterno retorno.
Retornaré junto con este sol, esta tierra, esta águila y esta serpiente –no a una nueva vida, no a mejor vida ni a otra vida parecida a ésta;-
-retornaré eternamente a esta misma vida, en lo más grande y también en lo más insignificante, para que enseñe de nuevo el eterno retorno de todas las cosas;-
- para que diga de nuevo la palabra del Gran Mediodía de la tierra y del hombre; para que anuncie de nuevo el superhombre a los hombres.

 (Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, parte tercera, “El convaleciente”) 

Culpas

Junto a este estereotipo hemos relevado otros, así la idea de que el proceso terapéutico sirve para expiar una culpa y que por ello debe ser soportado, adaptándose pasivamente a las normas comportamentales y dejando transcurrir el “tiempo del castigo”.

me parece una cárcel, la diferencia es que allí haces fiestas y dejas pasar el tiempo”

“no me quiero... no me importa nada de mí, he cometido demasiados errores, me he arruinado la vida”

Aunque esta idea obstaculiza el trabajo del grupo, tiene menos peso que la anterior: siempre se puede esperar que una vez expiada la culpa la vida pueda recomenzar, se pueda soñar, tener deseos, expectativas hacia el futuro.
La culpa se presenta como resultado de una transgresión. Ha sido violada una ley, no sólo la del código penal vigente, quizá también ésta, pero más profundamente ha sido transgredida la “Ley del padre” como diría Lacan, que no permite coger el fruto del árbol prohibido.
En suma, se toma la raíz de la cultura judeo-cristiana: en este “valle de lágrimas” que es el mundo no hay lugar para el placer, sino sólo para el dolor que nos purificará del “pecado original”, y a través del sacrificio de vivir nos introducirá en la felicidad futura del otro mundo. Los placeres, por el contrario, nos vinculan a la materialidad de esta tierra y nos impiden el ascesis, nos apesadumbran y por así decir nos arrojan a los infiernos.

Tanto es así, que hacer recordar el pacto de Fausto:

Fausto
....
Si un día con halagos me seduces
de tal modo que a mí mismo me agrade,
si me puedes mentir con el placer,
¡sea mi último día entonces!  ¡Vaya
la apuesta!

Mefistófeles

¡Acepto!

(Fausto I. Estudio) 

Sólo aparentemente se puede remediar esta “culpa”. La expiación sucede a través del castigo del cuerpo, que es constreñido a experimentar un plus de dolor. Este sacrificio permite la purificación de la culpa por haber probado el placer. Pero no es suficiente.
Si el placer está prohibido a la colectividad, ésta se coloca frente a los transgresores como el Otro generalizado del que habla George Mead, y este Otro se convierte en un “acreedor damnificado” que monta en cólera contra el deudor y lo pone fuera de la ley. Contra él puede ser perpetrado cualquier acto hostil.
Se ha convertido en un “homo sacer”, diría Giorgio Agamben.
Dice Nietzsche:

La “pena” es, en este nivel  de las costumbres, sencillamente la copia, el `mimus´ [reproducción] del comportamiento normal frente al enemigo odiado, desarmado, sojuzgado, el cual ha perdido no sólo todo derecho y protección, sino también toda gracia: es decir, el derecho de guerra y la fiesta de victoria del `vae victis´ [ay de los vencidos] en toda su inmisericordia y en toda su crueldad.
(Genealogía de la moral, Tratado segundo, parágrafo 9) 

Pensamos con relación a esto lo que ha sucedido y lo que sucede en las comunidades terapéuticas, donde parece que todo sea posible: violencias sexuales, asesinatos, ocultamiento de cadáveres en contenedores de basura.
La estructura de este estereotipo adjudica al observador y al coordinador en el grupo el rol de espectadores de la “fiesta cruel” del castigo, que serviría para reconciliar al trasgresor con la comunidad cuya Ley ha violado. Este rol hace surgir contratransferencialmente el sadismo.
Se diría que uno se encuentra en la posición de aquel personaje de la película Salo-Sade de Pasolini, que mira las atrocidades con unos prismáticos colocados del revés.

Traemos un emergente de un grupo:

“el período que he estado aquí ha sido el peor de nuestra relación... le empujaban a enfrentarse conmigo”

Pero el equipo de coordinación se encuentra entre la Scilla del sadismo y la Cariddi del ascetismo; en efecto, el otro rol que le es proyectado es el de representantes del principio de realidad que no contempla el placer. Es como si representásemos un Superyo sádico incapaz de experimentar placer si no es a través de la crueldad, y portador de un imperativo moral categórico kantiano al cual los trasgresores deberían adaptarse pasivamente.

Una frase surgida en el grupo:

“si estás bajo patrón, hay que callarse”.

Pero seguramente, en el pacto a la búsqueda de un placer que no llega a saciar, a nosotros nos ha sido dada la parte de Mefistófeles, y así cuando emerge el sentimiento de culpa por las acciones cometidas:

Fausto:

... Me consume la médula y la vida la miseria de esta sola, ¡y tú haces muecas sobre el destino de miles!

nosotros debemos tomar el rol que nos es asignado y responder a estos arrepentimientos como

Mefistófeles:

Ya hemos vuelto a llegar a los límites de nuestra inteligencia, donde también a los hombres se os trastorna el sentido. ¿Por qué vienes con nosotros, si no eres capaz de sobrellevarlo? ¿Quieres volar y no estás seguro del vértigo? ¿Nos pegamos nosotros a ti, o tú a nosotros?.

(Fausto I. Día nublado. Campo )

Es difícil ponerse en el lugar de Mefistófeles, pero es necesario para experimentar e interpretar este estereotipo que impide pensar al grupo. El grupo, de esta manera, se puede reapropiar de su propio sentimiento de culpa, del deseo de castigar al transgresor, de la búsqueda del placer, soportar la contradicción entre sentimientos opuestos y experimentar y salir de un pensamiento rígido.

Amores

Otro obstáculo para el trabajo terapéutico es la idea de que la resolución de los propios problemas acontezca encontrando el amor (el COD es una estructura mixta, en la que no están prohibidas las relaciones de pareja).
Este estereotipo remite al supuesto de base de apareamiento de Bion. También en este caso tal idea vuelve poco importante el análisis de los problemas propios, la toma de conciencia que es el objetivo del grupo terapéutico, pero está de todos modos presente una tensión deseante sobre la que se puede tratar de trabajar al interno del grupo. El amor, en efecto, abre posibilidades al presente.
Es esperanza y proyectualidad, es la oportunidad de liberar los flujos libidinales a veces hace tiempo bloqueados, bajo el peso de las patologías, para que puedan circular en el grupo. Quien se enamora, o viene al COD con la motivación de encontrar un/a compañero/a, puede abrirse a nuevas relaciones y a la posibilidad de pensamientos diferentes, saliendo de sí mismo y de modalidades estereotipadas de comportamiento.
Puede suceder, sin embargo, que el propio mundo interno, y más en concreto los vínculos creados en el pasado, sean reproducidos en el presente, sin elaboración o cambio.
El otro del cual uno se enamora no es realmente otro, sino una pantalla sobre la cual proyectar las propias modalidades de relaciones pasadas. Se reproducen entonces esquemas relacionales rígidos que son causa de malentendidos, ya que no son el fruto de una comunicación real entre las personas, sino la reproducción de esquemas comportamentales estereotipados.
En particular cuando el otro no existe sino como proyección de sí, se produce un vínculo narcisístico que se transforma en un obstáculo al trabajo de grupo.
A veces, también, la esperanza de encontrar el amor se transforma en dependencia (ello remite a los supuestos descritos por Bion de dependencia y apareamiento, resistencias al trabajo terapéutico). La propia vida y la propia felicidad dependen enteramente de otro, están en las manos de un otro.
Este tipo de vínculo pone al sujeto en una condición de pasividad y forma una resistencia al trabajo del grupo, porque evidencia la posibilidad de resolución mágica de las propias problemáticas en un otro con características a veces idealizadas o míticas.
Traemos a continuación un emergente de un grupo terapéutico que puede ejemplificar lo que hemos dicho:

“El problema es una chica... no tengo relaciones desde hace seis años porque la quiero a ella”

Este emergente señala la resistencia a la construcción de vínculos en el aquí y ahora por la permanencia de un vínculo idealizado en el grupo interno. De nuevo se señala al narcisismo como un obstáculo al trabajo del grupo sobre la tarea, como es directamente la construcción de relaciones con los otros.
A veces la constitución de vínculos amorosos es tan precoz y volátil como para pensar que Puck haya esparcido casualmente sus filtros sobre los ojos de los integrantes del grupo.

... sobre cuyos párpados probar
el poder de mi flor
para hacer nacer el amor.

(W. Shakespeare, Sueño de una noche de verano, Acto II escena II)

Por lo demás, hemos podido verificar que, no obstante las relaciones de pareja no estén prohibidas en el COD, frecuentemente surge en el grupo la idea de que el trabajo terapéutico pueda ser un obstáculo a la relación de pareja, una fuente de discusiones y problemas.

“no querría verme en la situación de tener que elegir entre el programa y estar con él”

Hemos constatado que la presencia simultánea de los dos miembros de una pareja es rara, frecuentemente sólo uno participa en el grupo, o bien ninguno de los dos. Una posible explicación está en el concepto de ansiedad depresiva al interno del grupo.
El grupo operativo, siguiendo a Pichon-Rivière, tiene como objetivo el cambio de comportamientos y roles adquiridos, a través de nuevas modalidades que se aprenden en grupo.
Tal cambio suscita, sin embargo, ansiedades de ataque y de pérdida, es decir, el miedo de no saber afrontar una realidad nueva percibida como peligrosa (ansiedad persecutoria) porque los instrumentos usados precedentemente no se sienten adecuados, y el miedo a perder los viejos instrumentos, los propios roles y las propias certidumbres (ansiedad depresiva).
Tales resistencias, siempre presentes en el trabajo grupal, pueden volverse masivas cuando se teme que el cambio pueda cuestionar un vínculo de pareja. La respuesta puede ser entonces la de cerrarse al exterior y al grupo, cristalizando modalidades de comportamiento para prevenir cambios o posibles abandonos.
El grupo mismo reacciona tratando de expulsar a un miembro de la pareja, que puede convertirse fácilmente en el chivo expiatorio que asume sobre sí la depositación de las ansiedades paranoides de los integrantes. Así, cada tanto, puede ser atribuido el rol del infiel o traidor que manipula el vínculo engañando la fidelidad del otro para alcanzar fines ocultos. O bien son escenificados dramas de celos con la asunción inconsciente de los roles de Desdémona, Otelo y Yago.
Pero es, sobre todo, el amor lleno de obstáculos el que domina las dinámicas de grupo. En este estereotipo, Romeo y Julieta se representa continuamente, y mientras en el grupo interno el amor infeliz se vuelve una resistencia a la formación de vínculos, en el grupo actual se representa bajo la forma de la repetición sufrida y no querida. A veces se presenta el aspecto del amor irrefrenable que recuerda los versos de Cavalcanti:

Vos que por los ojos me pasaste el corazón
y despertaste la mente que dormía
mirad la angustiosa vida mía
que suspirando la destruye Amor

Y esta auténtica “liason dangereuse” provoca fugas del grupo y de la institución y tal vez termina con la muerte. Un emergente de esta situación está representado por una pareja que deja el grupo y escapa de la comunidad para vivir una relación que termina cuando ella se despierta por la mañana y encuentra a su compañero junto a ella frío y rígido, reventado por una sobredosis. Pero no siempre emerge este aspecto destructivo; a veces la intensidad del sentimiento logra motivar la construcción de vínculos que permiten al grupo trabajar sobre la tarea de cambio del propio grupo interno y de los propios fantasmas. No es posible prescindir de la complejidad que ciertas dinámicas colocan al interno del grupo, que sólo se pueden aceptar y analizar.

Libertad

Hablar de libertad en un grupo dentro de una institución remite a la cuestión libertad-obligatoriedad, en la que se han visto implicadas las instituciones y cuyas modificaciones se han percibido en el tiempo, con procesos a veces lentos, a veces dificultosos.
Nos referimos a las instituciones totales, como el manicomio, las cárceles, los campos de concentración, y también se podrían incluir los CPT  , en los cuales el conflicto entre libertad y obligatoriedad está todavía vivo.
Hablar de libertad de un grupo terapéutico no tiene sólo una valencia “técnica”, sino profundamente ideológica en el sentido más puro del término. En la base del concepto de libertad está la idea de que cada individuo es responsable de su propia cura, que puede elegir afrontar la propia enfermedad o no hacerlo, que participa activamente  en la terapia y que tiene en sí los instrumentos para actuar.
Significa entonces distanciarse del concepto de adaptación pasiva del individuo a cualquier proyecto ya definido a priori. La libertad contiene en sí la idea de lo imprevisto, de lo no seguro, de un proceso en evolución. Y tiene en sí también la posibilidad de desobedecer una norma prefijada. La desobediencia es posible sólo si no hay certeza de qué cosa está bien y qué cosa está mal, si uno se coloca en situación de paridad respecto a los otros y de desafío respecto a soluciones ya definidas.
Con la libertad como instrumento terapéutico, nos proponemos el ambicioso objetivo de ayudar a las personas a ser más conscientes y más activas en la realidad. En tal sentido nos afirmamos en el concepto de adaptación activa de Pichon-Rivière y continuamos la praxis de Franco Basaglia.
Sobre los muros del manicomio de Trieste estaba escrito: La libertad es terapéutica. La libre participación en el grupo, coloca, como hemos dicho, todas las veces al individuo ante la pregunta: “¿quiero ir? ¿o no?” y también, tomándolo de una película de Nanni Moretti, “¿Se me nota más si voy o si no voy?”, es decir, qué impacto tiene sobre los otros la presencia o ausencia de la persona en un momento dado, como mensaje comunicativo no verbal.
La libertad no es sólo la de participar o no, sino también es libertad de expresión y de pensamiento. No hay reglas a seguir sobre qué decir o no decir, sobre pensamientos permitidos o no. El fin es facilitar el desarrollo de una comunicación menos estereotipada. A un nivel más profundo, una comunicación más libre puede hacer emerger ansiedades psicóticas de confusión, depresivas o de persecución.
Sobre la institución se depositan en efecto, como ha descrito Elliott Jaques, las ansiedades psicóticas del individuo, que puede encontrar una modalidad de contención de las partes de sí que le producen sufrimiento. El grupo es un espacio en el que pueden movilizarse tales ansiedades. El espacio está protegido por el setting, pero en su interior las ansiedades pueden circular. Es el setting el que protege respecto a tales ansiedades, y el grupo mismo, que comparte y distribuye la carga emocional entre todos los participantes.
A veces quien participa en el grupo puede sentir emociones fuertes y perturbantes y tener miedo. Un miedo por ejemplo, aunque no necesariamente consciente, puede ser el de la disolución de la identidad personal en el grupo. Este miedo remite al concepto de sociabilidad sincrética, descrito por Bleger.
En el grupo, en efecto, existen unos vínculos silenciosos e invisibles, por ejemplo, las personas que se encuentran en la sala de espera de una estación se nos aparecen como individuos aislados, sin contacto entre ellos, pero si el tren o el autobús, como en el film Lista de espera, no llega, se evidencia la sociabilidad por interacción, la cooperación, el trabajo por un fin común. La tarea hace surgir los vínculos de la sociabilidad por interacción.
Este fenómeno es descrito también por Sartre en Crítica de la razón dialéctica cuando habla de las personas que esperan el autobús en una condición de serialidad. La salida de la serialidad ocurre cuando alguno indica un objetivo: “¡hay que tomar La Bastilla!”, entonces de la situación de fondo de la serialidad emerge el grupo en fusión, que es producido por la tarea.
También Félix Guattari cuando habla de grupo objeto y grupo sujeto se refiere al mismo fenómeno. El grupo operativo, a diferencia de otros tipos de grupo, quiere movilizar la sociabilidad sincrética y permitir que emerja la parte psicótica en el grupo, pero da la libertad a los individuos de poder hacerlo respetando sus propios tiempos.
La distancia que cada persona puede tomar del grupo es diferente. Son los estereotipos los que contienen las ansiedades psicóticas de base.
Los estereotipos son esquemas cognitivo-afectivos que surgen en cualquier grupo como obstáculo al libre pensamiento. Son los huevos que el grupo debe romper para que pueda liberarse la capacidad de aprender de la experiencia. Sólo un clima de libertad permite al grupo soportar la ansiedad que se desarrolla por la ruptura de los estereotipos. Es la libertad la que crea el clima emotivo que permite la elaboración de la ansiedad. La confianza recíproca en la libertad es la aceptación de la diferencia de los integrantes. Sólo así el grupo no se vuelve dependiente de un líder, o no deposita sobre el coordinador la tarea de abolir las diferencias y aprende que no hay ninguna culpa por el placer del conocimiento.
Un usuario presente en el COD desde hace tiempo, por ejemplo, no participa nunca en el grupo, pero pasa siempre delante de la sala en la que estamos. La distancia que por el momento ha encontrado respecto al proceso grupal es, pues, ésta, pero no está dicho que las cosas no puedan cambiar con el tiempo. Otras personas participan en el grupo entrando y saliendo a continuación; otras están presentes constantemente. No está dicho que quien participa constantemente esté más metido que los otros en el proceso grupal.
Una observación crítica respecto a la libertad de participación es que quien no está motivado puede evitar el proceso terapéutico. También en este caso la ausencia de la persona nos da una fotografía de la situación. ¿Cómo se puede trabajar sobre esto?. Si participa en alguna sesión de grupo se puede manifestar que uno se ha dado cuenta de que hoy ha venido y de que estamos contentos por ello. No es indiferente para el coordinador y para el grupo que la persona esté o no esté.
La actitud positiva de tal afirmación tiene el fin de evitar juicios. Frecuentemente basta decir esto para que la persona explique por qué no ha venido otras veces, y nos dé informaciones sobre sí mismo y sobre sus propias motivaciones. La interpretación de las presencias-ausencias es generalmente grupal: el coordinador tiene una idea de quién está y quién no está y lo explicita. Esto hace que los miembros del grupo tomen más conciencia de los otros y los llamen al grupo.
En algunos casos ha sido prescrita la obligatoriedad del grupo por el equipo del COD, para determinadas personas: “el grupo es libre pero tú estás obligado a ir”.
Esto supone una intervención terapéutica calibrada sobre una situación específica, en un momento específico. El fin es el de no hacer jugar a la persona el conflicto “¿voy o no voy al grupo?”, sino proyectarlo sobre el equipo terapéutico: “El equipo me obliga a ir al grupo, yo no querría”.
Sólo en un segundo momento el conflicto puede ser reintroyectado por la persona y soportado. El equipo terapéutico ha adoptado tales modalidades en situaciones específicas excepcionales que no tienen que ver con la gravedad de la patología, sino con situaciones de bloqueo de las que el individuo no logra salir.
En general estas intervenciones, temporales y pensadas para un caso en particular, han tenido resultados positivos.

Para concluir, podemos decir que la tarea del grupo, que es la de hablar de las motivaciones para la terapia, se liga en modo estrecho con el concepto de libertad: puede suceder que una persona que viene al COD porque es obligado a ello (por sanciones legales, por problemas prácticos de alojamiento, trabajo, manutención) participe libremente de la terapia de grupo. Esta contradicción entre la obligación a la permanencia y la elección de estar en grupo, tal vez nunca profundamente pensada y consciente, crea de todas formas un desajuste entre dos planos que puede abrir un puente al pensamiento.
 
BIBLIOGRAFÍA

Samuel Bekett    Teatro       Mondatori

Jaques Lacan     Scritti              Einaudi

Charles S. Peirce   Opere       Bompiani

Erving Goffman La vita quotidiana come rappresentazione  Il Mulino

Felix Guattari Una tomba per Edipo     Bertani

Josè Bleger Psicologia de la Conducta Paidos

 Psicoigene e Psicologia Istituzionale Lauretana

Simbiosi e ambiguità     Lauretana

Alfred Schutz Don Chisciotte e il problema della realtà La Nuova italia

Karl Marx Liniamenti di critica dell’economia politica La Nuova Italia

Giorgio Agamben Homo Sacer Einaudi

Antonio Gramsci Quaderni dal Carcere Einaudi

Jean Paul Sarte Critica Della Ragione Dialettica Il saggiatore

Enrique Pichon Riviere Il Processo Gruppale lauretana

Psicología de la vida cotidiana Nueva Vision

Armando Bauleo Ideologia Gruppo e Famiglia Feltrinelli

Psicoanalisi e gruppalità Borla

Comunicazioni personali

Lezioni alla scuola di prevenzione J.Bleger

Franco Basaglia L’Istituzione Negata Einaudi

Che cos’è la psichiatria Einaudi

Georges Lapassade Stati modificati di coscienza e transe Sensibili alle foglie

Transe e dissociazione Sensibili alle foglie

Lezioni alla scuola di prevenzione J.Bleger di Rimini

J.W.Goete       Faust                    Mondatori

Juan de la Cruz           Poesie          Einaudi

W. Shakespeare “Sogno di una notte a mezza estate”
                              Otello
                             Giulietta e Romeo                  Mondatori

Fiedrich   Nietszche               Così parlò Zaratustra         Adelphi

                                               Genealogia della morale         Adelphi

Marta De Brasi ,Leonardo Montecchi  L’Orizzonte della prevenzione                 Pitagora

Marta De Brasi,Armando Bauleo   Clinica Gruppale e Clinica Istituzionale

Leonardo Montecchi   Varchi         Pitagora

Leonardo Montecchi     Tesi di Prevenzione      http//:www.bleger.org

Guido Cavalcanti      Rime       Einaudi

Gilles Deleuze      Differenza e ripetizione      Cortina

           Istinti e istituzioni Mimesis Eterotopia


Benoit Mandelbrot    Gli oggetti frattali: forma, caso e dimensione;                                         Einaudi

Gleick James : Caos. La nascita di una nuova scienza,BUR Biblioteca Univ. Rizzoli 2000

Filmografia

Salò e le 120 giornate di Sodoma  Anno  1975 Regia Pier Paolo Pasolini

Ecce Bombo  Anno 1978 Regia Nanni Moretti

Lista de Espera  Anno 2000 Regia Juan Carlos Tabio

 

* Leonardo Montecchi es psiquiatra y Annalisa Valeri es psicóloga. Rimini. Italia

** Traducción de Federico Suárez


 

Para descargar este fichero, haga clic en el enlace abajo. O si prefiere guardarlo, haga clic derecho sobre el enlace y elija "Guardar destino como..."

Grupo-institución-Montecchi-Valeri

 

 

Volver a Nº 12