Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

Publicaciones

Editorial


AREA 3. CUADERNOS DE TEMAS GRUPALES E INSTITUCIONALES
Nº IX


Editorial

Los de los grupos operativos ¿Qué problemas tenemos?

Aprender a coordinar grupos no es tarea fácil. Nos ha llevado mucho tiempo conseguir  un cierto sosiego en el ejercicio de ese rol y por eso nos gustaría hablaros de ello. Todo el proceso de formación y, posteriormente, de especialización, ha estado repleto de inseguridades, incertidumbres y todo tipo de ansiedades de las que hablan los textos.
Difícil saber cuántas de esas ansiedades provenían de unos encuadres profesionales poco desarrollados, cuántas provenían de la propia tarea (el trabajo con grupos) y cuántas de características más personales.
El propio método de formación (aprender sobre grupos y en grupo) provoca ansiedad, por eso atrae a unos y ahuyenta a otros. Es un modelo más terapéutico que didáctico, más centrado en las “aperturas” que en las síntesis. Defensivamente hablando, es más contrafóbico que fóbico.
Es un modelo que, al compararlo con otras formaciones, sobre todo la psicoanalítica, tiene sus ventajas e inconvenientes. Nos hace (o nos ha hecho) más desprejuiciados en el pensar aunque menos sistemáticos (también en el pensar).
Algo tendrá que ver con esto el hecho de que de todos los que participamos en los inicios de los grupos operativos en España, allá por los años 75-76, somos una minoría los que hemos sobrevivido y nos seguimos manteniendo en esa línea de trabajo. Los otros se fueron descolgando en el camino para acercarse a proyectos y pertenencias profesionales, aparentemente más clarificadas y con más futuro.
Algunos de estos sobrevivientes nos volvimos a agrupar, hace ya unos años, para llevar adelante un proyecto de Revista. El Nº 0 salió en marzo del 94. Con este Nº 9 hemos editado diez en nueve años. No está nada mal en estos tiempos tan poco propicios. Alguna solidez como grupo ya tenemos lograda, y nos disponemos a entrar en nuevos proyectos. Es pues un buen momento para dar otra vuelta  de tuerca a nuestro encuadre profesional.   La escritura  Es importante el que escribamos sobre las experiencias grupales que realizamos. Obtenemos información sobre lo que hacen los compañeros y cómo lo piensan. Nos vamos haciendo una especie de mapa de nuestra presencia. Sentimos la compañía y facilita el intercambio y la comunicación a otro nivel.
Los artículos que se presentan en este número cumplen esas funciones y, además,... destilan optimismo.
Hay otro tipo de artículos que añaden elementos para seguir pensando y situando problemas y conceptos... para ir “haciendo teoría”. El trabajo de Leonel Dozza es uno de ellos. Este artículo produce un avance en la explicitación de problemas sobre la relación grupo-coordinación, y nos da claves para ir concretando nódulos importantes de nuestra técnica de trabajo.
Agradecemos a Leonel el esfuerzo que ha hecho, tanto al plantear el tema de la agresividad grupal en una reunión de trabajo como al promover las discusiones posteriores con algunos de nosotros sobre el borrador que nos presentó. Es un artículo que tiene algo de colectivo pues tiene muy en cuenta la discusión suscitada. Lo cual da más fuerza y relevancia a sus planteamientos.
Por lo que repercute en el contenido de la Revista, abre (o reabre de nuevo) un interés que estaba en su origen: la de ser no sólo una selección cuidada de trabajos recibidos y solicitados, sino también la de mostrar con más evidencia resultados concretos de nuestro trabajo como grupo.
Estaría bien que en el futuro, cada número que editemos “espere” a que se realice esa discusión grupal para mostrar frutos de lo trabajado. No hay prisa, no tenemos urgencias ni compromisos,... ni tampoco muchos medios.
La bibliografía  Al leer los artículos de este número llama la atención la casi ausencia de referencias bibliográficas de autores grupales en que supuestamente nos deberíamos apoyar.
Buscando razones de esta ausencia, surgen varias explicaciones:
• la bibliografía existente nos resulta poco atrayente. Los que nos dedicamos a la formación grupal sabemos de las quejas por la dificultad de leer y entender los textos que planteamos.
• la bibliografía existente nos resulta poco útil para pensar en las situaciones grupales en las que estamos trabajando.
• o, simplemente, no tenemos esa biblioteca de apoyo. A lo mejor, las ideas y aportaciones buenas y claras no están escritas, circulan de manera oral y es más difícil retenerlas.

Pero, entonces, ¿qué debemos leer? ¿dónde buscar las ideas?. Pongamos un ejemplo:
A. Bauleo, en una conferencia que dio en Madrid hace dos años, decía: “...la curación, la rehabilitación, la formación, la prevención, etc., siempre son producto y resultado de un vínculo, no de un individuo aislado de su contexto como la ideología individualista intenta inculcar...”.
Estamos bastante de acuerdo con esta aseveración, siempre y cuando vayamos teniendo claro los límites en nuestras pretensiones terapéuticas (la madurez profesional no debe caer en un ingenuo “ambientalismo”. Observamos día tras día cómo los pacientes o alumnos mantienen sus estereotípias, también vemos cómo la farmacología va secuestrando terreno al aprendizaje por la experiencia. Pero también constatamos que el grupo no es un “consuelo para impotentes”, como parece ser que lo ven muchos).
Entonces, el vínculo es un tema importante para trabajar, y sobre ello hay mucho escrito, aunque no precisamente sean los autores grupalistas quienes mejor lo plantean.
A lo largo de los números que venimos editando, existen trabajos de algunos de nosotros (los de Diego Vico son un claro exponente) que hacen énfasis en esta idea..
También podemos ser optimistas en este tema. Quizás haya que seguir trabajando en separar el grano de la paja  de esa “biblioteca de apoyo”.
Los conceptos
Desde sus comienzos en España, la formación en grupo operativo fue atrayendo a distintos tipos de profesionales. La heterogeneidad de estos grupos de formación (profesionales de la medicina, enfermería, psiquiatría, psicología,...) fue produciendo a su vez una diversidad en la manera de pensar y utilizar estos conocimientos.
Algunos de estos profesionales han ido aplicando estos conocimientos a temas de gestión y coordinación de equipos, dando lugar a experiencias muy interesantes y que han dejado huella, resaltando notablemente en el contraste con otros modelos.
Es en el terreno de la clínica y la terapia donde las aplicaciones resultan más problemáticas y donde nuestro ECRO mantiene núcleos confusos y dilemáticos. Intentaremos explicarlo.
Para los profesionales cercanos al psicoanálisis, el grupo operativo apareció como un instrumento muy asequible y fácil de “hacerse” con él. La conceptualización del grupo operativo ha sido construida sobre la base de conceptos psicoanalíticos kleinianos, lo cual favorecía este acercamiento. Estos profesionales han ido diseñando una especie de lugar o espacio para el grupo operativo. Algo así como una técnica auxiliar que podía complementar y  “embellecer” su actividad clínica central (individual).
Pero existen otros profesionales que hemos puesto el grupo operativo, no como técnica auxiliar, sino como instrumento principal en nuestro quehacer. Contemplamos el grupo como actividad central donde ponemos las mejores perspectivas terapéuticas.
Es claro que el primer uso es más mayoritario que el segundo.
¿Cuándo hablamos de grupo, unos y otros, estamos hablando de lo mismo?. Claramente no. Las diferencias saltan en muchos puntos: desde la creencia en el proceso grupal, en las habilidades y movimientos del coordinador, hasta el cuidado y esmero que ponemos en el diseño y protección del encuadre grupal.
Según pasan los años, uno se vuelve más radical y hace menos concesiones en las dos o tres cosas que tiene claras. Siempre hemos tenido la sensación de que, en este dilema, han vencido los otros, de que el refrán “a río revuelto, ganancia de pescadores” es muy cierto. No queremos más complicidades de este tipo. Preferimos seguir perteneciendo a esa minoría. Optamos por la satisfacción que uno recibe al constatar, día a día, que el trabajo grupal (bien organizado y bien llevado) es el recurso metodológico que mejor conjuga con nuestras ideas sobre la salud mental, sobre la terapia y el aprendizaje.
Los grupos dan vida. No hace mucho comentábamos entre nosotros que los días que vamos más alegres y vitales a trabajar, suele coincidir con los días que tenemos alguna sesión de grupo. Percibimos en los pacientes parecidas cosas. Les vemos que, una vez pasadas las dos o tres primeras sesiones, también vienen alegres, más arreglados e interesados. Hasta las lágrimas y sufrimientos saben de otra manera.
Y cuando tenemos la oportunidad de comprobarlo, meses o años después de finalizado el grupo, vemos que realmente les ha servido.
Paradójicamente, el grupo reúne las condiciones para ser uno de los tratamientos psicoterápicos más completos, para el individuo.
Pero debe de haber algo en nuestra teoría que permita pensar el grupo operativo como técnica auxiliar y como instrumento terapéutico central. Aquí hay gato encerrado o una especie de equívoco epistemológico.
El esquema conceptual del grupo operativo es muy escueto y aparentemente sencillo. Si estudiamos dos artículos centrales: “Grupos operativos en la enseñanza” de J. Bleger y “La noción de tarea en psiquiatría” de E. Pichon-Rivière y A. Bauleo, parecería que podemos definir las características básicas del esquema.
Es imposible que sea así, pero así parece. ¿Es ese el equívoco?
Abordar el equívoco nos va a suponer interrogar a cada uno de los conceptos básicos con los que nos manejamos, ver sus posibilidades actuales de explicación y desarrollo, y así poder resituar su lugar en el esquema.
Podríamos finalizar aquí este editorial, ya que el listado de problemas expuestos es más que suficiente para unas cuantas jornadas de trabajo, pero no queremos hacerlo sin antes señalar un posible ejemplo de abordaje del equívoco y que ha ido surgiendo mientras redactábamos este editorial.
La reflexión se centraba en el tema de la duración de los grupos. Un grupo de seis meses de duración, ¿es similar a otro de un año?. ¿En qué se diferencian? ¿uno es más operativo que otro? ¿por qué?.Supongamos que el de mayor duración es más productivo porque, entre otras cosas, tiene la posibilidad de repetir y volver a los problemas que ya fueron planteados en el primer tramo, además de permitir o provocar la aparición de otros aspectos que ni siquiera estaban contemplados en el inicio. Entonces, el otro grupo, ¿se quedó “a medias”?. Sí. Y además suele ocurrir con bastante frecuencia. Nos apoyamos en que el encuadre así lo fijaba y escondemos nuestras dudas sobre los objetivos logrados recurriendo a las interpretaciones sobre el duelo y la ansiedad de separación, olvidándonos pronto de esa sensación incómoda de dejar las cosas a medias, en lugar de preguntarnos cuál debe ser el tiempo real para que un grupo operativo sea operativo, es decir, terapéutico.
El grupo necesita tiempo para conocerse y así poder incluir este conocimiento en el propio trabajo grupal. El coordinador también necesita ese tiempo, para poder trabajar con los integrantes, interaccionar con ellos y no sólo remitirlos al fenómeno grupal, rehuyendo el “cara a cara” con el individuo y refugiándose en el peligroso “aquí y ahora”.
El grupo necesita tiempo, el necesario para abordar sus problemas individuales y grupales, y no quedarse a medias, perdiendo así casi toda su potencialidad terapéutica y dando la razón a los que piensan el trabajo grupal como técnica auxiliar. Las instituciones, sus responsables, prefieren los grupos “cortos”, crear la sensación de que “se hacen cosas” por los individuos, no sólo por sus síntomas. Pero los profesionales “asistenciales” no tenemos por qué pensar igual.

EQUIPO  DE  REDACCION

 

Para descargar este fichero, haga clic en el enlace abajo. O si prefiere guardarlo, haga clic derecho sobre el enlace y elija "Guardar destino como..."

Editorial

 

Volver a Nº 9